“Estar cerca del necesitado ayuda a eleer el día a día”
En agosto el P. Pedro Jesús Arenas volvió a España dejando atrás Ecuador, el país donde ha estado de misión durante muchos años. Allí ha vivido momentos muy complicados, pero también situaciones muy emotivas que le han dejado sentir el calor y agradecimiento de los ecuatorianos.
Tras 17 años en Ecuador, ahora vuelve a España ¿Qué ha supuesto Ecuador en su vida?
Estoy recién llegado a España, así que me falta perspectiva para poder situar estos diecisiete años y medio en toda mi vida. De momento siento que la experiencia de misión en Ecuador ha sido muy importante para mí. Llegué con veintinueve años como diácono y recién graduado de enfermería. Allá he desarrollado todo mi ministerio sacerdotal. Han sido desde los treinta hasta los cuarenta y siete años que suele ser la etapa vital más productiva y de mayor crecimiento.
¿Qué es lo que más va a echar de menos de este país latinoamericano?
No lo puedo asegurar en este momento, pero seguramente será:
- Un ambiente religioso en el que Dios está presente en la vida cotidiana: “Deme su bendición”; “Dios le pague”; “gracias a Dios”… Esa normalidad de lo sagrado, lo trascendente enriquece la vida diaria y le da sentido a todo lo que se vive, tan necesario en momentos como éste de pandemia.
- La calidez en el trato diario, la cercanía que se respira en casa y en la calle.
Supongo que ha visto situaciones muy tristes, ¿hay alguna que recuerde por lo que le impactó?
Han sido muchos años y han sido muchas situaciones. He tenido el privilegio de contemplar cómo personas viviendo con VIH-SIDA por los años 2004-05, con lo que ello suponía de exclusión social y de peligro vital, sacaban lo mejor de sí y se enfrentaban a su situación diciendo públicamente: “Sí, tengo la enfermedad y quiero vivir”.
Otro tanto puedo decir de personas alcohólicas, drogadictas o que han vivido situaciones complicadas en sus vidas. Quizá lo más duro ha sido ser testigo de quien ya no quiere vivir, quien ya no quiere luchar o enfrentar.
En los últimos años ha sido el responsable de la Casa de Formación de Quito, ¿qué supone este centro para las personas que sienten la vocación?
Quien entra en un proceso de formación para la vida religiosa asume un camino muy hermoso de discernimiento vocacional y crecimiento humano y espiritual.
Asumiéndolo así, una casa de formación es, siempre, una experiencia positiva para un joven sea cual sea su futuro vocacional.
Desde España se envía ayuda para apoyar diferentes proyectos de Ecuador. ¿Qué supone esa ayuda para los ecuatorianos?
Son muchas las familias que se ven favorecidas por la ayuda económica que llega de España. El vínculo que nos une es muy importante y significativo. Las personas beneficiadas lo saben y lo agradecen mucho. La ayuda llega a todos los proyectos solidarios: aula de discapacidad; apadrinamientos; comedores populares; microcréditos; ancianos; jóvenes formandos, etc… Para todos ellos supone vida y esperanza, además de la convicción que no están solos en sus necesidades.
¿Le gustaría más adelante partir a algún lugar de misión?
Ahora y después, lo que más deseo es tener el coraje de discernir la voluntad de Dios y ser fiel a mí mismo, sea donde sea.