El pasado 18 de abril celebramos el centenario del nacimiento del dehoniano P. Erminio Crippa. Una vida dedicada al compromiso social en apoyo de los niños y a la lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras.
Nacido en Cedegolo (BS), el 18 de abril de 1921, el padre Erminio Crippa comenzó a asistir a la Escuela Apostólica Dehoniana en octubre de 1932 y completó sus estudios teológicos, haciéndose sacerdote en 1947.
En aquellos años Italia acababa de salir de la guerra y se encontraba en una situación desastrosa tanto desde el punto de vista material como moral. En las ciudades había muchos niños huérfanos por la guerra o hijos de los numerosos soldados que habían regresado a sus países.
Compromiso social para los menores en dificultades
Ante los graves problemas resultantes, el padre Enrico Agostini, apoyado por otros cohermanos del Studentato Missioni de Bolonia, lanzó la idea de fundar, junto al Instituto, un centro que reuniera a aquellos niños en condiciones de penuria social para ofrecerles la posibilidad de construir un futuro seguro, preparándolos para una profesión. El ideal es apasionante, pero faltan recursos económicos para realizarlo.
Así que los Superiores Mayores decidieron enviar al padre Crippa a Estados Unidos para recaudar los primeros fondos necesarios para comprar el terreno en el que construir lo que más tarde se llamaría la “Aldea de los Niños”. En realidad el padre Crippa no dedicó mucho tiempo a esta nueva obra, de hecho después de seis años, aceptando la propuesta del padre Aurelio Boschini, se trasladó a Roma para trabajar con las ACLI. Como vicedirector nacional se dedicó al acompañamiento espiritual de las trabajadoras domésticas.
Lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras
Acompañó a las “empleadas domésticas” como un verdadero “padre”, incluso durante los años de la protesta, comprometiéndose con cuidado y preocupación para que la categoría del trabajo doméstico permaneciera siempre vinculada a la Conferencia Episcopal Italiana e inspirada en la enseñanza social católica. Más tarde, en 1971, el padre Crippa se convirtió en el consultor eclesiástico nacional de Api-Colf (la Asociación Profesional Italiana de Empleados Domésticos), función que desempeñó hasta 1991. Gracias a su incansable labor, tanto en la formación espiritual de s “empleadas domésticas” como en la realización de peticiones a los organismos gubernamentales para obtener el debido reconocimiento legislativo, fue posible conseguir importantes resultados para esta categoría: nació y se desarrolló la ayuda a domicilio, se firmaron los primeros convenios colectivos de trabajo y el mundo político y los medios de comunicación comenzaron a interesarse cada vez más por los “ayudantes domésticos”. Para consolidar y poner en práctica estos objetivos, el padre Crippa fue el inspirador de Federcolf, el primer sindicato de la categoría.
La mirada de la fe
Para comprender la pasión, la espiritualidad y la acción social del padre Crippa en favor de las empleadas domésticas, basta con releer lo que escribió en su testamento espiritual: “Que el Sagrado Corazón sea la roca de mi descanso. Que las empleadas domésticas y los ayudantes del hogar estén como en vida escritos en mi corazón, que tengan la certeza de que cada mañana los bendeciré desde el cielo y miraré a las familias donde trabajan. Rezaré por los que rezan, rezaré por los que no rezan. Después de todo, sólo te he amado, sólo he vivido para ti”.
Devolver la dignidad a las mujeres
El padre Crippa era consciente de que para redimir el trabajo doméstico era necesario partir de la dignidad de la mujer trabajadora. Por ello, la formación será una prioridad, ya que es bien sabido que la ignorancia es la madre de todas las esclavitudes. Era consciente de que había que devolver la dignidad a un papel, el de las “criadas”, resolviendo el problema psicológico que las convertía en mujeres-personas de segunda categoría. El padre Crippa también estaba convencido de que ellas, las empleadas domésticas, podían y debían redimirse por sí mismas de las múltiples formas de esclavitud, violencia e injusticia que sufrían como mujeres en el trabajo, asumiendo la responsabilidad social y política y mediante la autopromoción, liberándose de todo paternalismo y sin delegar sus problemas en otros. Respondiendo a la pregunta: ¿Por qué nos movemos? El padre Crippa indicó claramente los objetivos hacia los que había que avanzar: un registro profesional para dignificar una profesión; competencia; asistencia social y pensiones; asistencia mutua (todos ellos objetivos casi utópicos para aquellos años); fidelidad a la Iglesia a través del compromiso social en el mundo del trabajo doméstico.
Sus últimos años
El padre Crippa vivió sus últimos años de enfermedad con la oración y el testimonio sacerdotal. Murió en Rocca di Papa (RM) como huésped de Casa Serena, una obra que quería para la Asociación. Fue el 24 de mayo de 2000. “Un hombre, una idea” es el título de un libro, publicado hace unos años, que recorre la historia de Api-Colf, fuertemente entrelazada con la historia humana y espiritual del padre Crippa: un hombre, un sacerdote; una idea, la de dignificar a la mujer y el trabajo doméstico que hoy, después de tantos años, sigue alimentando los sueños y la acción de Api-Colf, así como de Federcolf
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Impegno 4 (2021) 2.