La Santa Sede aprueba la Congregación y las Constituciones
La Santa Sede aprueba definitivamente la Congregación y las Constituciones por diez años (04 de julio de 1906)
Esta aprobación había sido el fruto de un largo y difícil camino. Recordamos sus etapas principales. Las primeras Constituciones de 1878 se vieron arrastradas por la tempestad del Consummatum est. Después del decreto del 28 de marzo de 1884, que reconstituía el Instituto dentro de los límites diocesanos, el Fundador redactó unas Constituciones nuevas, que fueron aprobadas el 2 de agosto de 1885 por Mons. Thibaudier, obispo de Soissons. En 1888, con el Decretum Laudis, de fecha 25 de febrero, la Santa Sede había concedido un primer y genérico elogio, de tono decididamente favorable, al renacido Instituto, aplazando para tiempo más oportuno la aprobación del Instituto mismo y de sus Constituciones. Al mismo tiempo indicaba 21 puntos sobre los que sugería retocar las Constituciones existentes. Puestas en práctica estas sugerencias, las Constituciones, escritas en francés, fueron redactadas al latín, después del Capítulo General de septiembre de 1899. Mientras tanto, el Fundador pidió la aprobación para la Congregación y sus Constituciones, pero sin tener resultado.
Escribe el padre Dehon en su Diario: “Estamos estancados con la aprobación a causa de las viejas historias del Santo Oficio de 1883. ¿Cómo salir de esto…? Hoy, 7 (de febrero. de 1906), he organizado una especie de asalto. Me he entrevistado con Mons. Delia Chiesa: es benévolo y me ha aconsejado que envíe al buen padre Lepidi a hablar con el Subcomisario (padre Pasqualigo). Lo he aceptado y he ido a ver al padre Lepidi, quien me prometió hacerlo. Ha visto también al padre Pie di Langogne, que se ha tomado el asunto con toda seriedad. Hablará el lunes con el asesor (Mons. Lugari) e intentará eliminar los viejos obstáculos”.
El 14 de febrero el padre Dehon tuvo una audiencia con el Papa y después escribe: “Le he hablado de la aprobación de nuestras pequeñas dificultades: Me ha tranquilizado completamente. Hablará con el asesor del Santo Oficio Y la cosa se solucionará”.
Gracias a esta intervención personal de Pio X la Congregación fue aprobada definitivamente y las Constitutiones ad experimentum durante 10 años.
Pensamiento del padre Dehon:
«El Evangelio, como la Sagrada Eucaristía, es el sacramento del Corazón de Jesús. Este Corazón divino está ahí, bajo la letra, escondido con su amor y sus tesoros de gracias; sus palabras son espíritu y vida. Debemos amar y estudiar todos los Evangelios, pero hay uno por el que debemos apasionarnos: el de San Juan. Por lo tanto, para tener éxito en la predicación, lo principal no es estudiar a Massillon, Bourdaloue y Bossuet, y aún más a los autores completamente seculares como Cicerón o Quintiliano. Hay que estudiar el Sagrado Corazón en el Evangelio: está todo ahí»[1].
[1] CAM 1/213.