"Si nuestro carisma dehoniano es una riqueza para la Iglesia y la sociedad, un don de Dios para cada uno de nosotros, también es cierto que puede volverse mudo para nuestras sociedades en crisis si no está preñado de un proyecto global de sociedad, que responda a las sedes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el contexto real de su existencia cotidiana.
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