31 enero 2022
31 ene. 2022

P. Alberto Bourgois, scj – segundo fundador de la Congregación

La figura del padre Alberto Bourgois surgió casi como un reposo y crecimiento en la profundidad.

de  Hernan Leemrijse, scj

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El padre Alberto Bourgois fue nuestro sexto Superior General de la Congregación desde 1967 hasta 1979. Después de varios superiores, conocidos como grandes organizadores, debido al fuerte crecimiento de la congregación entre las dos guerras mundiales, surgió, casi como un reposo y crecimiento en la profundidad, la figura del padre Alberto Bourgois.

Nació el 30 de enero 1921 en Jandelaincourt, cerca de Nancy (Francia) Tenía 7 años cuando su padre murió y tres años más tarde perdía también a su madre. Un niño que conoció muy pronto el sufrimiento y las dificultades de una pobre familia obrera. En 1931, con 10 años, fue acogido en el Instituto San Clemente, escuela apostólica que el P. Dehon había fundado en el año 1882 en La Fayet cerca de San Quintín, después trasferido a Viry Chatillon, en la región de Paris. Allí tomó la decisión de entrar en la Congregación. Después de la primera profesión estudió filosofía y teología en Dijon y Lyon, ordenándose sacerdote el 6 de Julio de 1947. Después de su estudio de literatura se dedicó por completo a la educación y la formación dehoniana como profesor y después como rector del seminario. A partir del 1960 fue Superior de la Provincia Francesa y elegido el 8 de junio de 1967 Superior General.

Después de figuras como el padre Govaert, buen organizador, holandés, la Congregación necesitaba crecer en profundidad y no tanto en número y organización. Padre Alberto fue como un segundo fundador, porque hizo crecer la congregación en su espiritualidad y reflexión. Con esto no queremos disminuir el trabajo y el celo apostólico de sus antecesores. Desde que el padre Dehon tuvo que salir de Francia en 1902 y se estableció en Bruselas, la congregación se había extendido a más de 30 países. Los padres Philippe, Govaart, Lellig, y de Palma extendieron la congregación sobre todo el mundo, creció enormemente en número y provincias. Solamente Holanda aportó más de 600 misioneros a la Congregación. Había llegado el momento de crecer en profundidad no tanto en número. En este sentido quisiera proponer al P. Bourgois como un segundo fundador, un hombre que trató de profundizar nuestra espiritualidad, especialmente con el aporte del Concilio Vaticano II, una tarea propuesta por el mismo Sumo Pontífice. No para pasar en alto el trabajo de los antecesores, sino para retomar la herencia espiritual del P. Dehon en el tiempo de hoy.

En su discurso de clausura del XV Capitulo General afirmó su fe en la vitalidad de la congregación, llamada a dar testimonio de un amor verdadero y coherente en la Iglesia. Dijo: “La puerta de entrada al misterio de la Iglesia para nosotros, como para el P. Dehon, es el Corazón de Jesús. Si, después del Vaticano II, tenemos quizás una concepción más clara y amplia de la dimensión de este misterio de aquella que pudo tener el P. Dehon después del Vaticano I, es el mismo movimiento dinámico que nos lleva del Corazón de Jesús a la Iglesia y nos lleva continuamente de vuelta de la Iglesia a una mejor apreciación de la llamada que Cristo nos dirige”.

Personalmente lo conocí al P. Bourgois en 1968, cuando nos visitó en la Parroquia de Fátima en San Bernardo, aquí en Chile, junto con el padre Ruttens, Procurador de Misiones. Un hombre sencillo, un poco tímido, a primera vista “un curita de mi pueblo” como lo conocemos en Chile.

Dentro el mandato del Concilio Vaticano II el padre Bourgois nos introdujo en la renovación de la Iglesia y los avances del Concilio y nos acompañó en la renovación de la vida religiosa y de nuestra espiritualidad. Como buen francés supo sondear la espiritualidad y el carisma del P. Dehon y actualizarles a nuestro tiempo y sus circunstancias. Él coloca nuestra Congregación y su legado en el tiempo postconciliar. Textos como la Regla de Vida SCJ son muestras de un trabajo profundo y renovador dentro de las líneas conciliares. Al final de su mandato P. Bourgois permaneció en Roma. Siguió aportando su preciosa colaboración a la actualización de la vida dehoniana y se comprometió aún más en el estudio de los escritos y el carisma del P. Dehon

Si hoy queremos poner al P. Bourgeois como ejemplo e inspirador para las nuevas generaciones, sería bueno dar a conocer sus escritos y sus obras como un aporte al patrimonio de nuestra comunidad religiosa. Su vida de sencillez es un buen ejemplo, como seguir al hombre de Nazaret, que no vino para ser servido sino para servir.

Muchas gracias, Señor por este regalo y ejemplo.

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