02 septiembre 2022
02 sept. 2022

El legado dehoniano de la sinodalidad en Mozambique

Los dehonianos de Mozambique vivieron la sinodalidad estando al lado del pueblo incluso durante la tragedia de la guerra. Hoy en día el sínodo significa hacer crecer una iglesia ministerial.

de  Eugénio Tárua, scj

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Cuando los dehonianos llegaron a Mozambique en 1947, se asentaron en el Alto Molócuè, al norte de la provincia central de Zambézia. Además de ocho bautizados, habían encontrado allí un sacerdote diocesano del régimen colonial portugués y una congregación de mujeres. Sin embargo, la semilla del evangelio ya estaba sembrada en suelo mozambiqueño desde 1498, cuando Vasco de Gama llegó con sus compañeros de viaje, entre ellos frailes y capellanes que intentaban llegar a la India. Sin embargo, el objetivo de Vasco de Gama no era la evangelización.

Aunque los colonizadores fueran acompañados por misioneros, esto no era para la salvación de las almas, sino una cuestión de estrategia para facilitar la realización de los intereses imperialistas. Esto nos hace darnos cuenta de que estar juntos (cualidad momentánea), no significa necesariamente estar juntos (cualidad propia). Sin embargo, esa misa, celebrada bajo un gran árbol el 11 de marzo de 1498 en la isla de San Jorge, cerca de Mozambique, es considerada por los historiadores como el inicio de la evangelización en Mozambique.

¿Qué han aportado los dehonianos de nuevo respecto a los misioneros que les precedieron? Tras 75 años de presencia dehoniana en Mozambique, ya no se habla del número 8 en el Alto Molócuè. Esto va al archivo histórico. Ahora se habla de mucho más, ya sea en términos de números o de impacto en las esferas sociales y religiosas a nivel nacional. Los dehonianos siempre han sido conocidos como amigos del pueblo. Su estilo de vida sencillo, su cercanía a los pobres, su compromiso con el trabajo, en definitiva, su gratuidad, han inspirado a toda una sociedad.

Desde que llegaron a Mozambique, la prioridad de su misión no ha sido sólo hacer catequesis y administrar los sacramentos. Los dehonianos han optado por hacer la Missio ad Gentes en su sentido literal, tal y como lo hizo nuestro fundador entre los necesitados de su tiempo. No basta con acompañar a las personas que viven su historia (estar juntos), debemos hacer de la historia de las personas nuestra historia (estar juntos). Esto implica no sólo estar al tanto de los acontecimientos y cambios actuales, sino sobre todo esforzarse por encontrar soluciones adecuadas a cada situación.

Su apostolado por excelencia era el de la cercanía al pueblo, no sólo para compartir la fe del Resucitado, sino también cada acontecimiento de la vida cotidiana. De este modo, el pueblo se quitó de la cabeza la idea de subordinación compulsiva establecida por el régimen colonial, sustituyéndola por un sentimiento de pertenencia en el que todos se sienten actores de un camino común.

En este sentido, los dehonianos han ofrecido a la Iglesia de Mozambique una herencia particularmente sinodal (estar juntos). Uno de los frutos de esta herencia es la Iglesia ministerial.

Mozambique vivió dieciséis años de guerra civil tras la independencia. Los dehonianos compartieron esta experiencia de dolor y terror, pero nunca se retractaron de llevar a cabo la misión que les había encomendado Jesús. Los dehonianos han demostrado ser verdaderos pastores a ejemplo de Cristo. A pesar de los peligros de la guerra, nunca abandonaron a las personas que les fueron confiadas. A las comunidades cristianas nunca les faltaron reuniones para compartir el pan eucarístico y la alegría de caminar juntos.

Dado que los misioneros eran pocos y no podían asistir a todos los lugares y comunidades cristianas, confiaron ciertas tareas, como la catequesis y la administración del bautismo, a ministros extraordinarios. Estos también se encargaban de llevar la santa comunión a los demás. Así nació la Iglesia ministerial, en la que cada miembro de la comunidad cristiana se siente parte de la misión de la Iglesia y no un mero “consumidor”.

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