Meditación del P. Dehon sobre el misterio de la Navidad, extraída del primer volumen de “Coronas de amor al Sagrado Corazón de Jesús.”
Aquí ya no es el Sagrado Corazón quien habla para decir su Ecce venio; ya no son los ángeles que cantan, son los dones simbólicos escogidos por los Magos bajo la inspiración de la gracia que proclaman los caracteres de la oblación del Sagrado Corazón.
El oro, el incienso y la mirra simbolizan el amor, la oración y el sacrificio. El oro, instrumento de la caridad, el oro, brillante como el fuego, simboliza el amor; el incienso, que se eleva al cielo con un agradable olor, simboliza la oración; la mirra, perfume de las sepulturas, simboliza el sacrificio. Estos dones son símbolos del don por excelencia, el Sagrado Corazón. Como todas las ofertas sagradas y los sacrificios de la antigua ley, son figuras del único sacrificio que es el Sagrado Corazón. Jesús ofrece constantemente a su Padre el oro probado, el puro oro de su amor, el oro de nuestra Redención. Del mismo modo, Él le ofrece constantemente sobre este mismo Corazón que es un verdadero incensario de oro, el incienso de su oración, de su alabanza, de su acción de gracias. Él le ofrece la mirra de sus sacrificios, de sus inmolaciones, de sus aniquilamientos.
El amor, la oración y el sacrificio es toda la vida del Sagrado Corazón. Es su oblación continua. Es también nuestra oblación. El amor al 216 Sagrado Corazón, la oración y el sacrificio deben ser nuestros dones cotidianos y constantes; pero para que estos dones sean agradables al Sagrado Corazón, es necesaria una condición, es que ellos sean ofrecidos como Él quiere, esto es, con simplicidad.
L. Dehon, Coronas de amor al Sagrado Corazón de Jesús, 58-59