Profundizando los fundamentos del carisma dehoniano en las casas de formación scj de Madagascar
"Me gustaría compartir brevemente la experiencia formativa que he acompañado en las casas de formación de Madagascar del 2 al 13 de enero del presente año".
Uno de los programas del “Centro de Estudios Dehonianos” es la Beca para los Estudios Dehonianos (BSD) que promueve la formación de investigadores sobre nuestra espiritualidad, sobre la vida y obra de nuestro Fundador, sobre la historia de nuestro Instituto y su desarrollo carismático. Actualmente en la etapa final de este programa somos cuatro cohermanos: dos de Brasil, uno de Camerún y un servidor de Venezuela. La conclusión de la Beca consta de tres partes: una experiencia de formación en una entidad de la Congregación; la entrega de un proyecto de investigación y una memoria final sobre los estudios dehonianos.
Me gustaría compartir brevemente la experiencia formativa que he acompañado en las casas de formación de Madagascar del 2 al 13 de enero del presente año.
En primer lugar, debo decir que para mí esta experiencia de formación y de compartir carismático fue un hermoso regalo, ya que desde el momento en que comencé a preparar el contenido de la formación resonó una cita bíblica que el Padre Dehon usa mucho, del Evangelio de Lucas: “He venido a traer un fuego a la tierra” (Lc 12,49). Para Dehon este fuego es el amor de Dios cuya expresión más evocadora es el Costado abierto y el Corazón traspasado del Salvador (Cf. Cst 2). La preparación fue para mí un tiempo de intentar sintonizar con la experiencia de Dehon: contemplar (entrar en el misterio de Dios, en el Corazón de Cristo), descubrir (la centralidad del amor), y salir (la misión y la vida).
Este movimiento o lógica de entrar, descubrir y salir nos acompañó durante todos los momentos formativos, porque la experiencia carismática no es sólo una cuestión de contenidos, sino que es una dinámica espiritual que nos quiere configurar con Cristo; dicho en lenguaje dehoniano, quiere llevarnos a ser hombres de corazón abierto. La apertura del corazón es una solidaridad con tantos hombres y mujeres heridos. La contemplación del costado abierto del Salvador nos hace atentos y sensibles a las heridas de tantas personas que hoy necesitan reparación y nos recuerda también que los dehonianos estamos llamados a ser “reparados para reparar”[1].
La experiencia formativa tuvo lugar en el escolasticado de Antananarivo, la capital, y en el noviciado de Antsirabe, un hermoso lugar en el campo: una semana en cada casa de formación. Actualmente la Región Scj de Madagascar vive un buen momento de despertar vocacional: hay 21 escolásticos, 23 novicios y 11 postulantes. He visto una Región con mucha esperanza y no me refiero sólo a los números, sino a la calidad humana y la pasión por nuestro carisma. En las casas de formación de Madagascar experimenté un espíritu de oración, trabajo, estudio, fraternidad y sobre todo alegría. Desde el comienzo de mi estadía me sentí como en casa y estoy muy agradecido a todos los cohermanos que conocí en Madagascar por su amabilidad y hospitalidad.
Madagascar es un país hermoso, quedan en mi memoria: bellísimos paisajes, muchas plantaciones de arroz y mucha gente que camina, porque muchos son materialmente pobres. A pesar de las dificultades de la mayoría de la población, vi en Madagascar un pueblo muy comprometido con el trabajo, un pueblo que ríe y tiene mucha esperanza en un futuro mejor. Nuestra presencia dehoniana tiene obras significativas: Universidades, Colegios y parroquias, en el campo educativo tenemos una presencia muy importante, pero todas nuestras obras son verdaderamente un hermoso servicio al pueblo, especialmente a los más pobres. Estoy muy agradecido con el “Centro de Estudios Dehonianos” por darme la oportunidad de vivir esta experiencia de formación en la Región de Madagascar y también con los hermanos que me recibieron.
Esta experiencia de formación ha sido un dejar resonar en el corazón de los más jóvenes las palabras de Jesús que inspiraron al Padre Dehon, una de ellas la compartimos al principio: “He venido a traer fuego a la tierra, y cómo quisiera que fuera ¡ya encendido!” (Lc 12,49). Que el fuego del amor de Cristo nos siga impulsando a ser colaboradores de un mundo más humano, cooperadores para que el Reino del Corazón de Cristo llegue a las almas y a las sociedades.
[1] Cf. Mensaje final de la IX Conferencia General, Roma 2022, 3.