«La Iglesia no es enemiga del progreso. Pero… ¿qué progreso puede haber sin trabajo?, ¿qué bienestar social sin justicia? El verdadero progreso es el de la dignidad humana” (Padre Dehon).
Los dos lemas del título, que el p.Dehon hizo suyos, eran de Federico Ozanam (+1853), célebre escritor católico francés, un laico que fundó las Conferencias de san Vicente de Paul al servicio de los pobres, comprometido en política y beatificado por Juan Pablo II en 1997. Es el mismo que había lanzado el famoso grito de alarma a los católicos: ”Pasemos a los bárbaros”. Pedía que la Iglesia saliera del estancamiento y de la nostalgia del régimen monárquico para “ocuparse del pueblo que tiene demasiadas necesidades y pocos derechos”, como había hecho en el pasado después de la caída del imperio romano con los bárbaros.
Los nuevos bárbaros eran las masas de obreros que se hacinaban en los barrios populares de las grandes ciudades. El p.Dehon hizo suyos esos lemas (como lo hará el mismo Papa Leon XIII) siendo capellán en la ciudad industrial de San Quintin (Soissons). A Dehon la sensibilidad para el tema obrero le vino escuchando a la gente, visitando las familias y constatando el trabajo inhumano de las industrias de la lana y el algodón.
Escribe el p.Dehon:
“El trabajo en las fábricas es un infierno. En las hilanderías se trabaja hasta con 40 grados de calor. Las casas son verdaderas taperas, infectadas y llenas de ratas. Los obreros son víctimas de patrones sin escrúpulos; basta una enfermedad, una maternidad, un accidente en el trabajo para caer en el hambre más absoluta. Mientras los padres, varones y mujeres están en las fábricas de 11 a 14 horas al día, los chicos vagabundean por la calles, fácil presa del vicio y la delincuencia. El estado de esta pobre gente es peor que el de los esclavos de la antigüedad que, de alguna manera, eran parte de la familia del patrón. Y algunos se asombran de encontrar matrimonios irregulares y que el alcoholismo haga estragos hasta en los chicos de 15 años. En la Iglesia no se ven obreros; están en contra del clero que no actúa lo suficiente para ellos”.
Hablando de los ricos:
“ellos siempre están listos para dar una limosna, pero no piensan que el pueblo también tiene derechos. Es difícil que los patrones cambien sin el estímulo de la ley y de los sindicatos organizados. La primera limosna debida al proletario es un salario justo. Si las injusticias de nuestra sociedad no son pecado, entonces no existe ningún pecado. No hay que suavizarlas con la caridad, sino suprimirlas”.
En las iglesias hasta había que pagar para sentarse. Era la época del capitalismo salvaje. Cuando Dehon describe estas situaciones tenía 30 años, con cuatro licenciaturas y ya era abogado. Lo primero que lamenta en sus escritos es que ve a la Iglesia alejada del pueblo, encerrada en sí misma, dedicada casi exclusivamente al culto sin interesarse por lo que pasaba afuera del templo.
Escribe
“Las iglesias se están vaciando y es desolador. Hace falta responder a las nuevas exigencias de los tiempos con obras nuevas y nuevos métodos pastorales. Cuando nuestros buenos sacerdotes presidieron el culto y actualizaron los registros, sus actividades están casi terminadas. Se puede vivir varios siglos de esta manera, sin renovar la sociedad. El Cristo que predicamos ya no es el Cristo que hacía su apostolado entre los pobres, los pecadores y publicanos. Nos han cambiado el Cristo”.
Dehon critica las grandes parroquias donde el contacto de los pastores con sus ovejas es imposible, la falta de formación laical, la poca preparación intelectual y pastoral del clero. Escribe:
“Se dice que la religión solo sirve para las mujeres, los ancianos y los niños. No se logra concebir que el sacerdote salga de su casa que no sea para visitar enfermos, hacer responsos y acompañar funerales. Por eso el pueblo compara al sacerdote con un pájaro de mal agüero”.
Efectivamente según el Manual de Obras Pastorales (1865) los “cinco dedos del apostolado” o prioridades pastorales eran los niños, los ancianos, las mujeres, los enfermos y los afligidos. Dehon decía:
”Hay dos clases de sacerdotes: los que son ministros del culto y nada más; y los que tienen alma de pastores y van a la búsqueda de las ovejas perdidas como buenos misioneros”.
Criticaba la superficialidad de las homilías dominicales, su poca incidencia en la realidad. Por eso declarará más tarde frente a 700 sacerdotes en el congreso de Bourges:
“Hacemos cincuenta mil sermones por semana y nuestro pueblo sigue siendo ignorante de religión y las iglesias se vacían. Nuestros catecismos son incompletos; los deberes cívicos, políticos y económicos ni son mencionados. Tenemos que avergonzarnos por haber hecho tan poco hasta ahora por Cristo y por la causa de los trabajadores. Con razón muchos nos reprochan que nuestro apostolado anda por las nubes. Hay gente muy devota que se molesta al oír hablar de temas sociales, porque probablemente tenga miedo de verse obligada a cambiar de vida, a hacer algo . Nos conformamos con entregar sacramentos a los que todavía vienen a buscarlos. Pero el pueblo se aleja de una religión que no se preocupa de sus intereses y considera a los curas como cómplices de los opresores”.
Dehon pedía pasar de una pastoral de conservación a una de misión. Todas estas críticas sobre la Iglesia de su tiempo el Dehon las condensa en una frase lapidaria: “se ha cometido un grave error pastoral”.
GRAVE ERROR PASTORAL
El error era haberse aliado con los poderosos de turno, la monarquía, la burguesía liberal que limitaba la práctica de la religión a la esfera privada, acumulando privilegios y alejándose así del pueblo. Ya en su parroquia de San Quintin Dehon había promovido los Círculos Católicos de Obreros, nacidos en Francia en 1871 pero que se habían difundido en todas partes hasta llegar a la Argentina con el p.Federico Grote (en ellos había estado de joven también Alfredo Palacios) y en Uruguay con el obispo Mariano Soler. Pero estos Círculos eran paternalistas y se conformaban con crear sindicatos mixtos (obreros y patrones).
En 1889 Dehon lanzó una consigna que había de preceder en muchos años a la de la JOC: ”Hay que organizar el apostolado del obrero por medio del obrero”.
Lo que le marcó el camino a Dehon fue un empresario de auténtica vivencia cristiana, León Harmel. Su lema era: ”Todo para el obrero, nada sin el obrero”. En su fábrica de Val de Bois había subsidio familiar, cajas de ahorro, pensiones a la vejez, consejos de empresa, sueldos dignos. Dehon y Harmel se distanciaron de los Círculos Católicos de Obreros para optar directamente por la clase obrera, con sindicatos obreros, libres y autónomos dentro del nuevo movimiento que estaba surgiendo en Francia, la Democracia Cristiana, de la cual Harmel era presidente.
Escribía Dehon:
“Asistimos a una gran organización de la caridad por parte de la Iglesia, pero eso ya no basta. Hay en la vida social graves injusticias de las cuales ni nos damos cuenta; hay toda una consciencia social que hay que adquirir para lograr programas de reforma social”.
Por eso Dehon no se dedicó a obras particulares sino a concientizar sacerdotes, seminaristas y laicos a través de innumerables conferencias, congresos, artículos, libros y viajes. En el año 1891 salió la carta encíclica “Rerum Novarum” (=de las cosas nuevas) de Leon XIII.
En realidad salió recién 44 años después del Manifiesto de Karl Marx y tuvo poco impacto en el movimiento obrero, pero fue enorme en el mundo católico, totalmente distanciado de esos temas. En Francia tan solo 13 obispos sobre 89 la comentaron y difundieron; pero con el tiempo se fue encarando a nivel de Iglesia el tema de la justicia social y de la pastoral obrera en todo el país. Desde hacía 20 años Dehon ya trabajaba en esa pastoral y en la fábrica de Val-des-Bois, para que todos se conectaran con la realidad del trabajo. Empezaron durante el verano las semanas de formación social para un centenar de seminaristas de toda Francia a cargo del p.Dehon y del canónigo Perriot. Estas se repitieron anualmente a lo largo de diez años. Fueron el principio de las que en 1904 comenzaron a llamarse las “Semanas Sociales de Francia”.
Dehon fue un cura de avanzada en su tiempo y uno de los líderes del movimiento de los “curas demócratas” que según el historiador Emile Poulat fueron “los lejanos precursores de la Misión de France y de los curas obreros”.
En 1894 Dehon publicó el primer ”Manual Social Cristiano” de la Iglesia, con gran éxito y cinco ediciones. Este manual sirvió de texto de estudio para tres generaciones de sacerdotes jóvenes y fue adoptado por muchos seminarios en Francia y otros países. Los diez años que siguieron a la encíclica social de Leon XIII, fueron los más intensos para Dehon; el Papa le había pedido predicar sus encíclicas y hasta en Roma pronunció cinco famosas conferencias. Se le propuso inclusive el episcopado, pero renunció por ser religioso. El cardenal Binet, que lo conocía de cerca dijo de él: ”en Francia fue el más ferviente discípulo y divulgador del pensamiento social del Papa”.
Una vez muerto Leon XIII, el nuevo Papa Pio X ordenó que los sacerdotes debían obtener el consentimiento previo del propio obispo para escribir sobre temas sociales. El p.Dehon se llamó a silencio, hasta la asunción como Papa de su amigo Benedicto XV. Dehon supo evolucionar y mantenerse abierto a los signos de los tiempos en cuanto a la renovación pastoral, a una Iglesia en salida, al compromiso social y democrático.
Pero hay que admitir que todo eso entraba en el esquema de la “nueva cristiandad” o sociedad cristiana auspiciada por Leon XIII . Se buscaba que las leyes sociales y el ordenamiento de la sociedad democrática se identificaran con las enseñanzas de la Iglesia. El estado debía ser confesional; no se aceptaba la separación entre Iglesia y estado. El verdadero remedio social solo podía venir de la religión.
Escribe Dehon:
“Hay que reconstruir la cristiandad, es decir la alianza de las naciones bajo la dirección del Papa, porque solo la Iglesia puede resolver la cuestión social; solo la Iglesia tiene la verdad. Hay que cristianizar la adveniente democracia porque esta será cristiana o no será. Toda reforma social fuera del cristianismo o de la Iglesia, está condenada al fracaso”.
No es de extrañar esta mentalidad integrista porque fue la que dominó en la Iglesia, aún con los Papas sucesivos.
ESPIRITUALIDAD DEHONIANA
Detrás del apostolado desbordante del p.Dehon había una espiritualidad que le daba sentido y fuerza. Era la espiritualidad del Corazón de Jesús, al que Dehon le dio su aporte específico y original. La devoción al Corazón de Jesús era muy popular en Francia desde la difusión que le había dado la monja francesa santa Margarita Maria Alacoque (+ 1690) ) y Dehon la había mamado de su madre. Ponía el acento en la misericordia de Dios, la confianza para con Él, el mandamiento de la caridad, la familiaridad con la Eucaristía, la acogida generosa de pobres y pecadores.
El p.Dehon quiso sin embargo superar el devocionalismo y el sentimentalismo presentes muchas veces en la práctica de esta devoción, dándole una fundamentación bíblica y poniendo al centro la misma persona de Cristo, con su corazón traspasado en la cruz.
Escribe:
“El Corazón de Jesús es el corazón del buen samaritano que cuida del herido al borde del camino; es el corazón del buen pastor que busca la oveja perdida, que se compadece del pueblo hambriento. Toda su vida nos habla de ternura, compasión y solidaridad con los humildes, los trabajadores, los que sufren. Los discípulos del Corazón de Jesús deben ser los apóstoles de las clases populares. Nadie nos tiene que ganar en el amor al pueblo. Para nosotros el culto al Corazón de Jesús no es una simple devoción, sino una verdadera renovación de toda la vida cristiana” (es decir, privada y pública).
Por eso Dehon usa mucho la expresión “Reino del Corazón de Jesús” y añade: “en las almas y en la sociedad”. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús había tomado una orientación no solo intimista y espiritualista sino que era usada como bandera de los católicos intransigentes, monárquicos y nacionalistas que soñaban con una nueva cristiandad. La oración “Venga tu reino” significaba luchar por los derechos de Dios en contra de los derechos humanos promovidos por la Revolución Francesa. La lucha por el descanso dominical era principalmente para que todos pudieran ir a misa. El Corazón de Jesús debía reinar sobre todas las estructuras sociales y políticas; lo logrado por la sociedad moderna al margen de la Iglesia no tenía valor ni consistencia.
Por eso el p.Dehon se distanció de esa corriente, porque el Reino de Dios por el cual luchó Jesús, era el Reino de la justicia y la caridad. Ese Reino habría de lograrse a través de la alianza de la Iglesia, no con los poderosos, sino con el pueblo.
Escribía:
“El verdadero culto al Corazón de Jesús tiene su origen en una fuerte vivencia eucarística y de oración, pero debe descender y penetrar toda la vida social”.
Decía también: “Cuando se habla de la verdadera caridad, hay que ir mucho más allá de la limosna y empezar por practicar la justicia. Hay que transmitir en la vida social el espíritu cristiano de justicia y defensa de los débiles. Hay que ir al pueblo no por oportunismo sino con los principios de justicia y caridad del evangelio”.
En su época Dehon se caracterizó por anteponer la lucha por la justicia social a la caridad entendida como beneficencia, superando el asistencialismo paternalista común en la iglesia. Frente a los que culpaban de la descristianización al espíritu moderno y al socialismo, Dehon se pregunta si no se trata más bien de una evangelización que no ha sabido conectar fe y vida, lo personal y lo social, lo espiritual y lo político.
A los sacerdotes les dice que:
“deben acompañar a los laicos en la acción social que el Papa nos indica; de lo contrario no podrían, sin pecado, celebrar misa. La evangelización de los pobres es el cometido de la Iglesia en nuestro tiempo más que nunca”.
Y precisa: “El ser hombres piadosos no es un atajo que nos dispense de la necesidad del estudio complejo de la realidad y de una lucha organizada en comunión con todos los hombres de buena voluntad para el cambio necesario de las estructuras injustas. Todo lo que obstaculiza el bienestar del pueblo: hambre, enfermedades, explotación en el trabajo, viviendas insalubres.. debe ser eliminado. Esto forma parte de la verdadera enseñanza del evangelio. La Iglesia no es enemiga del progreso. Pero..¿qué progreso puede haber sin trabajo?, ¿qué bienestar social sin justicia? El verdadero progreso es el de la dignidad humana”.
De todo lo dicho se desprende cómo el compromiso social de Dehon, que hoy podría llamarse opción por los pobres, defensa de los derechos humanos, no violencia, cuidado de la vida y de la casa común, era una dimensión esencial de su espiritualidad; era consecuencia de su amor al Corazón de Cristo traspasado y a todos los traspasados de la tierra. Era algo novedoso para su época; era el aporte específico de Dehon a la Iglesia.
Su proyecto era donar a la Iglesia, además de una familia religiosa (los llamados “dehonianos”) sacerdotes y laicos cercanos al pueblo, animados por un gran amor a Cristo y capaces de dejar las sacristías para ir a los más alejados.