Meditaciones del P. Dehon sobre la Pasión de Jesús
Jesucristo es realmente, en los misterios de la pasión, el libro escrito por fuera y por dentro, y ¿cuáles son las letras que vemos trazadas en este libro? Solo una: Amor. Los látigos, las espinas, los clavos la han escrito con caracteres de sangre sobre su carne divina; pero no nos contentemos con leer y admirar esta escritura divina desde el exterior; penetremos hasta el Corazón, y veremos una maravilla mucho más grande: es el amor inagotable e inagotado de aquel para quien nada cuenta lo que sufre y que se entrega sin cesar.
Es la gracia de los amigos del Sagrado Corazón saber descubrir siempre el amor de Nuestro Señor bajo la corteza de sus misterios. Pero ¿dónde verlo mejor sino en la Pasión? Si ya no lo vemos, o si lo vemos solo superficialmente, estamos convencidos que sacaremos poco provecho de estos grandes misterios de los sufrimientos de Jesucristo y que poca gloria daremos a Dios. A fin de obtener todo el fruto posible de esta divina contemplación, establecemos abordar algunos principios, después hablaremos de los sentimientos especiales que ellos deben suscitar en nosotros.
El primer principio es este: La pasión del Salvador obtiene todo su mérito y todo su precio ante su Padre no tanto por los sufrimientos exteriores ni por la misma muerte, sino de su Corazón, del amor que le hizo entregarse totalmente a nosotros.
El segundo principio es que Nuestro Señor quiso soportar estos sufrimientos extraordinarios con el fin de mostrarnos mejor su amor y no ahorrarse nada con tal de ganar el nuestro. Este amor, ¿habría podido ser tan grande si nos hubiese rescatado por un algún mínimo sufrimiento en vez de por la acción que ejerció sobre nosotros? Nos hubiese dejado insensibles y el Sagrado Corazón quería a toda costa ganar nuestros corazones.
El tercer principio es que el Sagrado Corazón se comprometió por amor, a través de su Ecce venio, a sufrirlo todo por nosotros, sus sufrimientos y su muerte fueron otros tantos actos de amor que llevó a cabo nuestra Redención; y el Corazón de Jesús es la fuente de donde fluyen todos sus méritos junto con sus sufrimientos. Tal fue la voluntad divina a la que el Sagrado Corazón se sometió libremente.
(P. Dehon, Coronas de Amor al Sagrado corazón de Jesús II, 1905)