05 julio 2024
05 jul. 2024

Mensaje final del XXV Capítulo general

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Nosotros, los Dehonianos

  1. Nosotros, los Dehonianos, representados por setenta y ocho capitulares, nos hemos encontrado en Roma del 16 de junio al 5 de julio de 2024 para celebrar el XXV Capítulo general. Con espíritu sinodal y abiertos al Espíritu Santo, nos comprometimos a escucharnos unos a otros, compartiendo las “alegrías y tristezas” de nuestras Entidades en todo el mundo. El Sint Unum hace de la diversidad cultural, lingüística y étnica una experiencia desafiante pero verdaderamente enriquecedora y determina que nuestros corazones latan al ritmo del Corazón del Maestro.
  2. En los últimos días, toda la Congregación y especialmente los participantes en el Capítulo han estado rezando y trabajando para encontrar las mejores maneras de vivir la unidad en un mundo que está rápidamente cambiando. Inspirados por Jn 17, 21, creemos que el mundo necesita un testimonio de que la unidad es posible. Como bien observó el P. Francisco José Ruiz Pérez, SJ, en su meditación en el primer día del Capítulo, la fragmentación que está dañando a las personas, a las sociedades, a las naciones y a la Iglesia debe afrontarse desde el mandamiento de la unidad. Los SCJ, a través de nuestra inspiración carismática, fundada en el amor reparador de Cristo, somos signo de esta unidad en un mundo dividido, polarizado, violento y marcado por un creciente individualismo e indiferencia, que a la humanidad tanto daño causan.
  3. El lema del capítulo de 1997, “Nosotros, Congregación”, sigue resonando entre nosotros. El testimonio del Evangelio exige que superemos la mentalidad del “yo” y nos convirtamos a la mentalidad del “nosotros” (Sint Unum), como un proceso personal y también a nivel de la organización y gobierno de nuestras Entidades. Por ello, estamos llamados a volver a los orígenes de nuestra Congregación, a estudiar nuestros documentos, a profundizar en el conocimiento del P. Dehon para que, en palabras del Papa Francisco, el don de la unidad resuene en todos nosotros como expresión vital de nuestro carisma.
  4. Este proceso requiere que la identidad dehoniana siga transformándose. De este modo, la Congregación se percibe gradualmente más universal y menos eurocéntrica. Al principio de nuestra fundación, el P. Dehon envió misioneros europeos a otras partes del mundo. El crecimiento de la presencia dehoniana en nuevas áreas geográficas aumenta aún más nuestra conciencia de la pluralidad cultural como elemento que enriquece nuestra identidad carismática.
  5. La naturaleza del Capítulo es mirar a la Congregación en su conjunto. Guiados por el Instrumentum Laboris y otros documentos complementarios, los miembros del Capítulo examinaron la realidad de los SCJ analizando las seis dimensiones que guían nuestro apostolado.

 La Identidad dehoniana

  1. Como enseña la fe católica, la verdad del ser humano se constituye a partir de dos dimensiones inseparables: es un ser único, individual e irrepetible; pero está abierto a la comunión con Dios y con sus semejantes. Por eso, la llamada a la unidad no es sólo un deseo que depende de nuestra voluntad personal, sino el camino fundamental que caracteriza nuestra propia identidad cristiana y dehoniana. La formación de esta identidad exige de cada religioso, insertado en una comunidad de vida fraterna, un compromiso real para superar cualquier tipo de autopromoción, tendencia al activismo y relajación en la vida de oración. Esta identidad se forma, siempre a la luz del Evangelio, a partir de un conocimiento profundo de la vida del P. Dehon, de lo que hizo y de cómo vivió su vocación. Debemos conocer su espiritualidad, su ministerio pastoral, su eclesiología y su compromiso con las cuestiones sociales.
  2. El trabajo del Centro de Estudios Dehonianos, que ha traducido y puesto a disposición en varias lenguas numerosos escritos dehonianos, se ha convertido en un valioso instrumento que permite un acercamiento más intenso a la persona y a la obra del Fundador. Como forma concreta de estimular el desarrollo de la Identidad dehoniana, el Capítulo decidió que el Gobierno general cree una Comisión Internacional de Espiritualidad para promover y acompañar el desarrollo del patrimonio carismático del P. Dehon, y una Comisión Dehoniana de Justicia y Paz. La realidad fragmentada del mundo exige que nuestra espiritualidad se traduzca en acciones sociales concretas que promuevan el desarrollo humano.
  3. Como consagrados al Corazón de Jesús, esta identidad debe alcanzar niveles elevados, porque caracteriza nuestra misión de ser instrumentos de la acción reparadora de Jesucristo.

La unidad que construye comunión

  1. La unidad contempla también la comunión. Somos diferentes y nos damos cuenta del poder de la comunión cuando realizamos nuestro apostolado en la interconexión e interdependencia de los dones que Dios nos dona. El compartir los bienes y la vida permite que nuestra individualidad y subjetividad enriquezcan la pluralidad que se manifiesta en la Congregación.
  2. La elaboración de Proyectos Comunitarios de Vida en todas las comunidades de las Entidades, dando especial énfasis a la espiritualidad y la vida fraterna en comunidad, es una óptima herramienta para fomentar la comunión. Estos proyectos deben incluir la lectura, reflexión y puesta en común de nuestra Regla de Vida. Además, cada comunidad religiosa dehoniana está invitada a promover una cultura de comunión basada en el diálogo fraterno. Para ello, es esencial clarificar, a nivel congregacional, el significado y la importancia del Superior local. Entre otros aspectos, la misión del Superior local es favorecer un ambiente de comunión. Promover la formación de los superiores locales es una necesidad urgente del Gobierno general y de las Entidades.
  3. Nuestra presencia en los medios sociales es un camino sin retorno. Debemos estar en estos ambientes con gran discernimiento y sabiduría en la medida que favorezcan nuestra comunión y promuevan nuestro apostolado. Por ello, es conveniente que el Gobierno general elabore una guía sobre cómo estar presentes en los mass media.
  4. El Papa Francisco, en la audiencia que tuvo con los SCJ, subrayó que para desarrollar la comunión es necesario valorar la vida sacramental, la meditación orante de la Palabra de Dios y la Adoración eucarística. Afirmó con fuerza: “No abandonéis la Adoración. Sin oración, nada se realizará”.

Una economía para el apostolado

  1. “Cristo se hizo pobre para enriquecernos a todos con su pobreza” (Cf 2Cor 8,9). Ricos en la gracia de Cristo, debemos compartir nuestra pobreza. No es justo que “el alivio de unos cueste el sudor de otros”. Esta regla cristiana debe considerarse a nivel personal/comunitario y a nivel de Entidad/Congregación. El mismo consejo cristiano ordena que la abundancia de los que tienen colme la carencia de los que no tienen, para que podamos ser verdaderamente hermanos (cf. 2 Co 8,7ss).
  2. La comunión, signo de unidad, se expresa en la forma en que vivimos la pobreza y gestionamos nuestros recursos. En este sentido, como se afirma en el Informe del Economato general, la economía está al servicio del apostolado y de la misión. El mismo informe sostiene que el análisis de los “números” (los balances de las Entidades) es, en cierta medida, un termómetro capaz de medir la salud espiritual y el compromiso de los religiosos con respecto a su propia consagración.
  3. Principios como el compartir, la solidaridad, la subsidiariedad, la confianza, la transparencia, la sostenibilidad, la ayuda mutua y la interdependencia merecen una atención constante, especialmente por parte de los Superiores de las Entidades. Por este motivo, los participantes en el Capítulo recomiendan que el tema de la economía sea tratado tanto en la formación inicial como en la permanente. La organización de seminarios y encuentros sobre economía debe ser una prioridad para los Gobiernos de las Entidades. Especial atención merece el estudio de las Normas y Administración de los Bienes de la Congregación (NAB). No hay que olvidar que “esta persistencia de la miseria, individual y colectiva, es una constante llamada a la conversión de nuestras mentalidades y de nuestras actitudes” (Cst 50).

Disponibilidad para la misión

  1. Casi inmediatamente después de fundar la Congregación, el P. Dehon envió a sus primeros misioneros a Sudamérica (Ecuador) y África (República Democrática del Congo). La vocación misionera está en la raíz de la Congregación. La presencia dehoniana en el continente asiático y la vitalidad que emana de ese continente es sólo una demostración de que Dios recompensa el compartir sincero de sus hijos. A pesar de las dificultades vocacionales a las que se enfrentan algunas Entidades (reducción de miembros) y de las dificultades financieras, la Congregación no ha perdido su vitalidad misionera. Atenta a las necesidades de la Iglesia, en los últimos años se han abierto nuevos frentes de misión y se están estudiando y llevando a cabo nuevos proyectos. Un dehoniano es un misionero.
  2. Nuestro apostolado misionero se reconoce a través de nuestra presencia en las parroquias, en la educación, en las obras sociales, en la comunicación y en la formación. Nuestro carisma es compartido con los laicos, haciendo crecer la Familia Dehoniana, con la Iglesia local, en comunión fraterna con sacerdotes y obispos y con religiosos y religiosas de diferentes institutos y congregaciones.
  3. La reflexión sobre la misión aumenta la importancia de los temas de la internacionalidad y la interculturalidad, elementos constitutivos de nuestra identidad. La disponibilidad misionera debe fomentarse desde las Entidades a través de la formación inicial. Los miembros Capitulares recomiendan al Gobierno general que, con la colaboración del Centro de Estudios Dehonianos y de las comisiones teológicas continentales, promueva seminarios sobre el tema de la misión desde una perspectiva dehoniana para ampliar la conciencia misionera en la Congregación.

En permanente formación

  1. Para nosotros, la formación es un proceso que lleva al vocacionado a responder a la llamada de Dios. La fidelidad de la respuesta a Dios, según el proceso de formación dehoniano, lleva al vocacionado a la santidad de vida.
  2. El Capítulo aborda el tema de la formación para reconocer todo lo valioso que se ha hecho en las Entidades. Tanto la formación inicial como la permanente se han desarrollado de manera apropiada en muchas Entidades. Sin embargo, especialmente en la formación inicial, hay poco conocimiento sobre el Fundador y el legado carismático que nos trasmitió.
  3. La formación es el elemento determinante en la construcción de la identidad dehoniana. La historia, la espiritualidad, el carisma y la misión se transmiten de generación en generación, también y sobre todo a través de la formación. El Capítulo insiste en considerar, en la formación inicial y permanente, algunos aspectos relevantes como: la vida comunitaria, la vida de oración, la profundización en el carisma, la apertura a la internacionalización, el aprendizaje de nuevas lenguas, especialmente el inglés, lengua común de la Congregación, y el francés, que nos acerca a los textos fundamentales y a los escritos del Fundador.
  4. La formación debe ser un tema de atención constante en el Gobierno general y en el Gobierno de las Entidades. Los Superiores mayores deben ser prudentes a la hora de nombrar formadores que acompañen a los seminaristas y religiosos en el proceso de formación inicial y deben promover la formación de formadores de manera regular.
  5. La dinámica de la formación inicial debe continuar en la formación permanente. En este proceso, especialmente después de los votos perpetuos, cada religioso se hace aún más responsable de su propia formación. El Gobierno general y las Entidades deben posibilitar la participación de los religiosos en retiros, semanas temáticas y, cuando sea posible, formación por grupos de edad o tiempo de consagración. Sin embargo, el Capítulo subraya que el lugar privilegiado para la formación permanente es la comunidad religiosa, cuyo principio formativo es la fraternidad evangélica, que se expresa en lo que establecen nuestros textos inspiradores (cf. Cst 8.59.61. RFG 125-130).
  6. Se debe prestar especial atención a los religiosos de edad avanzada que, padeciendo enfermedades, limitan su vida y su misión. Corresponde a los Superiores locales proporcionarles los mejores cuidados sanitarios y permitirles vivir en comunidad tanto como sea posible. Es bueno que los religiosos ancianos puedan relacionarse con los más jóvenes.

Gobernar a partir de la corresponsabilidad

  1. La Congregación es un don de Dios concedido al P. Dehon y, por tanto, es necesario que sea asumido responsablemente por quienes lo reciben. Así, desde su fundación, ha sido responsabilidad del Fundador transmitir el don que recibió a través de una estructura organizada que se desarrolla y crece continuamente. La unidad de la que hablamos se expresa visiblemente en la forma en que la Congregación se organiza y gobierna.
  2. El sentido de gobierno no se reduce sólo al ejercicio de la autoridad de un superior, sino que incluye también la corresponsabilidad en la observancia de todo lo que concierne a la vida religiosa dehoniana. Así, la dimensión del carisma que apunta a la Oblación y al Ecce Venio, debe motivar, en la Congregación, nuestra forma de vida. Sin menospreciar la importancia de los otros votos, la obediencia debe ciertamente guiar nuestra comprensión. Obedecemos a Dios y a sus mandamientos, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que, obediente al Padre, entregó su servicio por el bien de los hombres. Obedecemos a nuestra Regla de Vida y a los documentos que de ella emanan. Obedecemos a nuestros superiores. Este es el principio dehoniano de gobierno y debe oponerse a ciertas tendencias que puedan considerarse como “una débil conciencia de pertenencia” que está creciendo en nuestras comunidades.
  3. Para asegurar un buen ejercicio en la Gobernanza, el Capítulo recomienda analizar las estructuras de gobierno de la Congregación y considerar la posibilidad de que los Distritos, actualmente bajo la supervisión del Gobierno general, sean acompañados por ciertas Entidades según la proximidad geográfica y la cultura. La misión de gobierno, sea cual sea la instancia, debe seguir una orientación sinodal. El trabajo de los Consejeros generales en el acompañamiento de las áreas continentales debe propiciar una buena comunicación y cercanía entre los gobiernos de las Entidades y el Gobierno general.

Peregrinar en la esperanza

  1. Concluimos nuestro Capítulo bajo el signo de la esperanza. Somos “peregrinantes in spem”. La esperanza se simboliza en el deseo de continuidad en la misión de gobierno, manifestada en la muy bien aceptada reelección de nuestro Superior general, P. Carlos Luis Suárez Codorniú y de su Consejo, que ha experimentado una cierta renovación con la elección de tres nuevos miembros. Los participantes en el Capítulo piden a la Congregación que rece por el Gobierno general con espíritu de compromiso y pertenencia.
  2. La esperanza viene de la vitalidad de las vocaciones en Asia, África y América del Sur y de la apertura misionera de diversas Entidades en un proceso de constante colaboración. El compartir de los hermanos que trabajan en las nuevas comunidades dehonianas en los Países Bajos (Holanda) y Noruega trajo también nuevos ánimos, sabiendo que hay esperanza para reavivar el cristianismo, con nuestro carisma, en sociedades secularizadas desde hace mucho tiempo.
  3. Vivimos la esperanza en forma de bienaventuranza, sin alienarnos por el éxito aparente ni desesperarnos por el fracaso. Nos orientamos en la Cruz del Maestro y contemplamos su Corazón abierto, pidiéndole valor para llevar nuestra cruz de cada día.
  4. El trabajo del Equipo de Comunicación hizo posible que los religiosos lejanos participaran en la dinámica del Capítulo de una manera muy especial. Muchos de ellos dieron testimonio de la sensación de “participar” directamente en él.
  5. Toda la Congregación se prepara para celebrar el centenario de la muerte del Fundador y el 150 aniversario de la fundación de la Congregación. El programa propuesto por el Gobierno general, sumado a los programas de las Entidades, pretende potenciar las celebraciones en las comunidades religiosas y favorecer la participación en las celebraciones continentales previstas en lugares simbólicamente importantes (Quito, Bruselas, Kisangani, Yogyakarta). Serán momentos de gracia y bendición y, sobre todo, una oportunidad para pedir al Señor de la mies que envíe más obreros a la Iglesia y a la Congregación.
  6. Nosotros, los Dehonianos continuamos nuestra peregrinación con gran esperanza. Unidos en el carisma, estamos invitados a acoger con alegría y compromiso todas las decisiones y recomendaciones del Capítulo general. Rezamos para que el P. Dehon siga bendiciendo e inspirando la obra que Dios le concedió fundar.

In Corde Iesu
Participantes en el XXV Capítulo general
Roma, 5 de julio de 2024.

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