Reflexión sobre el III Domingo de Adviento
Amados en el Señor, hoy celebramos el III Domingo de Adviento, comúnmente conocido
como Domingo de la Alegría (Gaudete). Mientras que este tema aparece explícitamente en las
dos primeras lecturas y en el Salmo, en el Evangelio es más sutil. Sin embargo, la pregunta de
los recaudadores de impuestos y de los soldados está relacionada con él.
Expresa no sólo su confianza en Juan el Bautista, sino también su deseo y su disposición a
adaptar sus vidas a su mensaje.
Qué interesante es ver que los publicanos (pecadores públicos) y los soldados (cuyo gusto por
la violencia es bien conocido) también se acercan a Juan para preguntarle qué deben hacer. En
otras palabras, cualquiera puede hacerlo, cualquiera puede plantear esta pregunta. De hecho,
cualquier grupo humano, cualquier corporación puede encontrar la manera de servir al Señor.
La pregunta formulada a Juan es un paso hacia la conversión que ya traerá alegría en el cielo,
pues “habrá alegría en el cielo por un pecador que se convierta” (Lc 15, 7). Sin embargo, no
debemos detenernos ahí, no debemos dejar que nuestras manos flaqueen, porque el Señor
sigue siendo un compañero fiel que nos acompaña.
¿Sabemos reconocer las experiencias de nuestra vida que nos desafían a nosotros y a nuestra
forma de hacer las cosas? ¿Sabemos a quién preguntar lo que deberíamos hacer? ¿Tenemos el
valor de preguntar? ¿Estamos dispuestos a convertirnos aceptando las directrices que nos da el
Señor?
Que el Señor nos dé el poder de crear alegría en los que nos rodean, pero sobre todo en el
cielo a través de nuestra conversión.
¡Que Dios os bendiga a todos!