El profeta Sofonías parece estar “loco”; quizás “loco de amor”.
Vive en medio de un pueblo donde su realidad social es cualquier cosa menos motivo de alegría. Su pueblo está sumergido en calamidades de toda índole. Su pueblo es realmente “no pueblo”; nimiedad, nada, absolutamente marginado y sin futuro. Ahí, en medio de ese panorama, se pone a gritar: “Regocíjate, alégrate, baila, goza de todo corazón, Jerusalén”. ¿Estará loco?
Pienso en los habitantes de “La Palma” con el volcán echando pestes y ahogando la economía y la vida de la isla y que vaya un profeta y les invite a regocijarse y entrar en fiesta. Le preguntarán ¿por qué?
Pienso en este mundo nuestro que vuelve a entrar en pánico ante el anuncio de la aparición de “Ómicron” que vuelve a tocarnos las narices y nos acerca no sé si a la 6ª ola o a la frontera de nuestra realidad vital que es tan “débil” y propensa a la quiebra.
Pienso en este mundo nuestro donde tenemos otras muchas “olas” cronificadas que parecen no existir y están ahí, como las migraciones de tanta gente obligada a dejar su tierra; como los ambulantes de nuestras ciudades que vistiéndose de lagarteranas buscan algún euro para subsistir; como los pobres que se tumban en los márgenes de los caminos de nuestra ciudad; en las familias que todos los meses tienen que superar la “cuesta de enero” porque ya no pueden “planchar” más sus pocos ingresos.
¿Se puede seguir leyendo a Sofonías en medio de este pandemónium? La liturgia de este día se atreve a leer éste y otros textos semejantes. ¿Estamos locos? Ponía al principio que quizás fuera por estar locos “de amor”. Sofonías invita a la alegría PORQUE EL SEÑOR ESTÁ EN MEDIO DE TI. Él se goza en ti. Él está enamorado de ti. Va contigo. Va a tu lado y recorre contigo tus caminos.
¿Y para qué sirve eso? Los de la Palma dirán ¿por qué no pone un tapón al volcán? Y los del “ómicron” dirán ¿por qué no mata al bicho? Y los de las otras “olas” dirán ¿por qué permite los dictadores, o las guerras, o la lucha de clases, o, o, o…?
Y resulta que el Dios que va emergiendo en la Biblia no es un dios “tapa agujeros” o un dios guardia de tráfico universal, o un dios justiciero “al instante” de la infracción. Si Dios interviniera en la historia como ahora interviene el “v.a.r” posiblemente no estaríamos aquí ninguno de los que leemos esto. Cuantos “bichos” habría que haber puesto fuera de servicio antes de que apareciera del “ómicron” o los dictadores actuales o las injusticias sociales que estamos padeciendo. Y cómo tapar el volcán si gracias a él, existe la misma isla. Dios, desde la creación ha decidido apechugar con la realidad que va brotando de su creación en evolución y de su creatura el hombre, su lugarteniente en la tierra con poderes plenipotenciarios. PERO no le es indiferente esta historia nuestra y ha decidido ESTAR EN MEDIO DE NOSOTROS. Y está en medio porque nos AMA con corazón de Padre y Madre desde toda la eternidad y apuesta por nuestra salvación, liberación, redención. Apuesta para que nada ni nadie nos pueda separar de su amor. Y para llevar a término su obra, “Inventa la Encarnación de su Hijo”. Ese es el motivo real de nuestra alegría y gozo. No es que nos va a sacar las castañas del fuego, sino que en medio de las castañas y del fuego está Él con nosotros empujando para que esta historia-vida nuestra llegue a buen término y no sea el caos el que venza y destruya la obra creadora. El “loco” de Amor es en primer lugar Dios. “Locos” de amor, nosotros que nos sabemos amados por Dios a prueba de bomba.
Y nosotros, ¿QUÉ TENEMOS QUE HACER? Es la pregunta que le hacen a Juan, el precursor, para preparar la venida del Señor y provocar el anticipo del Reinado de Dios. La respuesta de Juan es pertinente ayer y hoy. San Juan nos invita a: Compartir lo que tenemos; no exigir más de lo establecido, no abusar de nadie. Es evidente que nos está llamando a ejercer la fraternidad. Compartir y no acumular. Debe ser muy difícil cumplirlo porque “todos queremos más”. Y pasamos de largo de aquel que yace en el camino. Somos egoístas. No abrimos el corazón.
No abusar de nadie. Toda persona debe ser respetada por su valor en sí misma; por su valor de creatura amada de Dios y puesta a valer con valor absoluto por Él. Y sin embargo enseguida pasamos a “usar” de las personas como si de objetos se tratara. Cuantos obreros “cosificados” y utilizados como mercancía o peor. Cuanto abuso de poder en los que tenemos una misión “de servicio” y la ejercemos como tiranuelos. Abuso de poder son los infaticidios, los asesinatos, los depredadores sexuales, los acosos, y un largo etc. Abuso o mal uso de los bienes materiales que utilizamos y tiramos sin muchos miramientos por nuestra casa común que es la Tierra. Tenemos ahí un gran campo para ayudar a preparar el camino que haga avanzar o atraer al Señor de la historia.
San Pablo, desde la cárcel, habiendo conocido el cumplimiento de las promesas en Cristo, reitera el mensaje de Sofonías: “ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR. OS LO REPITO, ESTAD ALEGRES”. Pablo experimenta en carne propia que el Reino de Dios, anunciado por Jesús avanza en la precariedad o en la humildad dentro de una historia que se va haciendo a jirones donde se entretejen gozos, sufrimientos, alegrías y tristezas. Pero hay una cosa (mejor una persona) que da una perspectiva de futuro que garantiza la gran liberación o la superación del aguijón de la muerte: El Señor está cerca. Y ese “Señor” para Pablo es el que ha vencido a la muerte, ha resucitado y está sentado a la derecha del Padre. La cercanía de ese “Señor” es tal, que ciertamente está en medio de nosotros “YA”; y que con su Espíritu va llevando a plenitud esta historia nuestra a pesar de los pesares. Por eso, que nada os preocupe; que nada os preocupe hasta llevaros a la desesperación. Nadie nos puede separar del Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Por eso, la Paz de Dios que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones. Todo, en este 3º domingo de Adviento, nos invita a la alegría. Una alegría que nace de la misma alegría de Dios que está en medio de nosotros, caminando con nosotros y empujando hacia adelante esta historia nuestra para que llegue a la plenitud de su Reino. Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios.