La solemnidad del Corazón de Jesús llega precedida de meses que han ido dejando un cúmulo de sufrimientos, preocupaciones e incertezas. En lo personal, en la comunidad o en la familia, este periodo imprevisto nos ha permitido tener más tiempo para orar, pensar y tomar mayor conciencia de las fragilidades y fortalezas de nuestra época. Lo hizo también el P. Dehon en su prolongado confinamiento durante la Primera Guerra Mundial y a lo largo de toda su vida, por eso “conoce los males de la sociedad, cuyas causas ha estudiado atentamente, a nivel humano, personal y social” (Cst 4). Su testimonio nos apremia a no quedarnos en la superficie de los acontecimientos y, menos aún, en la indiferencia.