La Palabra de Dios en los últimos domingos del año litúrgico nos invita a mirar hacia las postrimerías del hombre y de la historia. Este mundo se termina. ¿Tiene futuro?
El evangelio de San Mateo 25,1-13 tiene la intención de situarnos ante la segunda venida del Señor. Y es toda una catequesis a una comunidad de creyentes que estaba cayendo en una cierta desilusión por la tardanza de esa anunciada y deseada venida. Desilusión que lleva a focalizar el sentido de la vida en otras cosas más inmediatas y olvidarse de preparar la llegada del Señor. De ahí el grito final del evangelio: Vigilad, porque no sabéis ni el día ni la hora.
El ambiente de la comunidad de San Pablo (1 Tes. 4, 12-17) es más animoso. Todos están esperando la venida del Señor de forma inmediata. En pocos meses o años volverá el Señor. Y preparan su venida con el ardor que les infunde el entusiasta Pablo. Pero hay un problema. Han pasado unos años y algunos de los bautizados en Cristo se van muriendo antes de la llegada del Señor. ¿Qué sucederá con estos? Un problema que San Pablo soluciona afirmando la resurrección de estos hermanos en el mismo instante en que el Señor vuelve. Ellos participaran del cortejo con el que todos volverán a la casa del Padre.
En este domingo quiero centrarme en esta verdad de “la resurrección de los muertos”. El tema de la vigilancia, de la preparación de la venida del Señor, del estar despiertos, etc.
Yo creo en la resurrección de los muertos porque creo en la fidelidad de Dios Creador. Dios crea y crea para la vida.
Creo en la resurrección de los muertos, porque Dios es Dios de vivos. Abraham, Isaac y Jacob están vivos para Dios. Y con ellos todos los que han sido bendecidos en ellos. Por lo tanto, la muerte no rompe esa vinculación con el Dios de la Vida. Esa Vida es más fuerte que la muerte y la comunión con esa Vida es anterior a la muerte biológica.
Creo en la resurrección de los muertos, porque Cristo en la cruz le dijo al buen ladrón: “HOY estarás conmigo en el paraíso”. Por la muerte se entra en el HOY de Dios. Un espacio – tiempo distinto que permanentemente toca nuestro espacio tiempo histórico que en el momento de la muerte se abre para llegar a ser eterno.
Creo en la resurrección de los muertos porque Jesús RESUCITÓ AL TERCER DIA DE ENTRE LOS MUERTOS. Y con Él, resucitaremos todos.