En Venezuela, al terminar una conversación con alguien al despedirse se suele decir: ¡Cuídate! Se ha hecho hábito decir esta palabra cuando nos despedimos. La misma no es casual y es que muchas familias venezolanas han tenido algún luto por algún familiar fallecido a causa de una bala; tampoco son infrecuentes los robos o secuestros. Este “cuidarse” no ha sido para menos en lo que llevamos de estos tres días del 6 al 8 de julio del 2021, esperando que pronto se calme la situación. A lo largo de estos tres días han sido continuos, con pequeñas treguas, los disparos entre los grupos armados del Barrio, en su mayoría muy jóvenes, y la Policía, en lo que se llama el Sector Cementerio, al Sur Oeste de Caracas, lugar donde se encuentra nuestra Parroquia Dehoniana “San Miguel Arcángel”. Estos barrios del Cementerio y Cota 905 son controlados por estos grupos armados y entre ellos son conocidos los pranes (jefes).
Entre la Policía y grupos armados del Barrio siempre ha habido tensión, incluso negociaciones, pero esta vez el enfrentamiento llegó al límite. El terror y el miedo, se apoderó de la población del Cementerio a causa de los disparos estruendosos, produciendo a la vez ladridos en los perros y por momentos gritos y algún llanto. En los mensajes que intercambiábamos con feligreses conocidos y queridos se leía “esto está muy feo”, “está horrible”, “cuídense”.
Desde nuestra terraza hemos visto pasar numerosos cuerpos policiales; también alguna tanqueta. Una de nuestras ventanas de la terraza fue alcanzada por dos disparos. Desde el día 7 todo este sector nos quedamos sin luz. Todavía hoy día hay mucha gente que continúa sin luz con la preocupación de no tener agua y de que se les dañe los pocos alimentos que tienen. Tras dos días de escuchar sonidos de todos tipos a causa de los disparos, explosiones de granadas, decidimos el día 8 por la mañana temprano salir e ir a nuestra casa del Seminario-filosofado más alejado del Cementerio y por tanto resguardarnos.
Al salir vimos a mucha gente bajando del barrio, mujeres con niños, gente con bolsos, morrales (mochilas), yendo a alguna casa de algún conocido o familiar para resguardarse como nosotros en otro lugar más alejado de la zona. Por mi mente recorrió en ese momento tanta gente que había visto por la televisión huyendo de sus casas con sus pocos enseres por motivos de la guerra, pero que ahora se hacía realidad entre la población del Cementerio.
También en nuestra Seminario hemos alojado a otras personas del Cementerio. En una casa que tenemos en la misma calle del Seminario se quedaron otras ocho personas. En todas se nota en sus rostros el susto y cansancio. Qué bueno que nuestro Seminario se ha convertido en lugar de descanso y de alivio para todos ellos. Los religiosos y formandos se desviven tal vez trastocando sus horarios, atendiendo a la gente y multiplicando estos días las arepas, pero entienden que esta es nuestra misión: “Vengan a mí los que están cansados y agobiados y yo les aliviaré” (Mt 11, 28).