Acogiendo a María, al Hijo en sus entrañas y a su mismo pueblo, José anticipó la enseñanza que Jesús compartirá más adelante con sus discípulos: son verdaderamente justos quienes reconocen, sin prejuicios y con premura, el imprevisible rostro humano de Dios, porque “cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40). La solución a las incertidumbres de José no estuvo, por lo tanto, en el desentenderse de nadie. Bien al contrario, pasó por el encuentro con los otros, con los más frágiles y, sobre todo, en el dejar que los sueños de Dios recreasen la vida hasta lo insospechado de lo posible.
(De la carta de Navidad 2020)