Ofrecemos los testimonios de voluntarios de la parroquia dehoniana de San Francisco Javier (Valencia) en ayuda a la población inundada en Valencia
“Hoy se cumple una semana. Miedo, caos, muerte, destrucción. La situación es indescriptible. Y el sufrimiento de tantas familias merece todo nuestro apoyo y respeto.
Se abren un montón de preguntas y también de certezas. Nuestro pregonado ´estado del bienestar´ no es capaz de afrontar con solvencia situaciones difíciles, y esta clase de gestores políticos no están a la altura -si saben, ni quieren- de lo que la sociedad necesita. No es el momento de señalar culpables, ni de atrincherarnos en bandos enfrentados. Es el momento de socorrer y aliviar, de acompañar y consolar. Es el momento de rezar y tender la mano.
Los jóvenes han dado la respuesta. Esos que creíamos embebidos en pantallas y ausentes en su mundo digital, esos apáticos y ensimismados, han sido los primeros que no han dudado en agarrar una escoba y acercarse -incluso contra los límites de la prudencia- hasta donde se les necesitaba. Miles, sí, miles de jóvenes -muchos muy jóvenes- abren caminos nuevos y nos enseñan a mirar al corazón de cada persona desde el Corazón de Dios.”
Hola soy Adrià y vengo a contar mi experiencia en la DANA.
Tengo la suerte de vivir en Torrent, un pueblo que se ha visto afectado pero “gracias a Dios” el agua no pasó de la zona cercana al barranco, por lo que mi casa y mi familia no se vieron afectados. Todo lo contrario sucedió en Aldaia, mi segundo pueblo, de donde es mi otra parte de la familia. Gracias a Dios, mi familia más cercana vive en pisos y sus casas no se vieron afectadas. No obstante, el pueblo está devastado. No hay rincón en el que no haya entrado el agua, vayas donde vayas hay gente que necesita ayuda porque lo ha perdido todo. Su casa, su coche, su trabajo, incluso a su familia. Hablas con la gente y oyes casos devastadores. Gente que ha visto la muerte de cerca y la ha sorteado, personas que no han podido salvar nada de lo que tenían. Y, sumado a todo esto, llegan las horrorosas noches donde todavía hay maleantes que intentan hacer el mal dentro de todo esto y robar donde ya no queda nada.
A pesar de todo esto, hay que intentar ver lo positivo y lo bueno que para mí es que haya gente en todas partes del mundo intentando ayudar, llegando a los pueblos andando durante horas, cargados para ayudar a quitar fango, coches, muebles, todo lo que el agua ha arrasado.
Solo me queda dar gracias a Dios y a todos aquellos que venís a ayudar, los que mandáis comida, ropa desde todos lados, los que oráis por nosotros y por los que han perdido su vida, gracias. Saldremos de esta todos juntos.
Hola Señor, la verdad es que estoy impactado por lo que ha pasado estos días. Tantas familias que lo han perdido todo por la Dana, tanta destrucción tan cerca de todos nosotros. He podido estar en Paiporta y se podía sentir todo el sufrimiento de la gente. Te quiero pedir por ellos, porque poco a poco puedan salir adelante.
También Señor te quiero dar las gracias. Gracias por haberme mantenido a salvo, gracias porque estos días más que nunca he notado la solidaridad de la gente y la alegría de estar haciendo algo por los demás y sin recibir nada a cambio. Gracias por todos aquellos que han cogido unas botas y una escoba y se han ido a ayudar adonde fuese.
Quiero pedirte Señor, que nos des fuerzas para estos días que vienen, para que los que vayan a ir a ayudar tengan fuerzas para ello y para que los que no puedan, ofrecer lo que estén haciendo por todo lo que está pasando.
Te pido finalmente por todos aquellos familiares y amigos de los que han fallecido, para que tengan esperanza y puedan reencontrarse de nuevo con ellos a tu lado. Ayúdanos a nosotros también a querer y a currarnos el ir al cielo y a hacerlo a través del servicio a los demás y del amor hacia Ti todos los días de nuestras vidas.
Pablo de la Rubia
Hola, mi nombre es María y vivo en uno de los pueblos devastados por la Dana, Aldaia. Pasamos la noche del martes intentando que no entrara agua en mi casa, pero cuando el miércoles salí a la calle no me podía creer lo que estaba viendo, estaba todo destrozado.
Empezamos limpiando las casas, iglesias y empresas, y todo se iba llenando cada vez más de basura. Tenía una gran sensación de frustración porque nadie nos había avisado. Lo único, un mensaje por el móvil y que lleváramos los coches a las partes más altas del pueblo.
Menos mal que no han parado de llegar y llegar voluntarios que han dado esa ayuda, que no hemos recibido por la parte que corresponde. Gracias a ellos, se han limpiado casas, se han recogido escombros de las calles, han traído camiones para poder tirar toda la basura e incluso algo tan simple como el agua y comida, porque los supermercados también están destrozados. Tras seis días, el ejército lo hemos visto en Aldaia y poco a poco empecemos a ver algunas calles limpias (lo que para nosotros es limpio ahora, es que solo haya una capa fina de barro). Sólo puedo dar gracias a Dios porque soy una afortunada, mi familia está bien y mi casa también. Muchas gracias a todos los que habéis venido a ayudar, habéis hecho muchísimo por nosotros.
Estoy muy impresionada de todo lo que he visto hoy, del sufrimiento que hay en las calles, de cómo puede cambiar todo de un día para otro, del silencio, del caos…
Pero hay algo que me llama la atención mucho más que todo eso, más que el dolor y que la rabia, más que la tristeza y la desesperación. Y es EL SERVICIO, el AMOR, la GRATITUD. La manera en la que se ha visto claramente a lo que estamos llamados, a servir!! A darnos por el que tenemos al lado, a sufrir con el otro, a ayudar sin esperar ni lo más mínimo a cambio, a no poder quedarnos parados ante el dolor ajeno.
Porque no puedo evitar reflexionar, sobre el por qué de todo lo que está pasando, por qué solo somos capaces de unirnos en la debilidad, en la vulnerabilidad, en la humildad del que dice “no puedo solo”. Pero es tan bonito ver eso en medio de todo el dolor…! El que da y el que recibe con agradecimiento, los que se unen y se entregan, sin importar nada más. Las miradas de comprensión, de compasión, de empatía.
No hay palabras suficientes para describirlo, solo decir que una vez más me acuesto con la certeza de que si hay algo para lo que hemos sido creados es para servir y para amar, por mucho que a veces nos salga ser egoístas, por mucho que nos cueste darnos al otro en el día a día, por muy encerrados que estemos en nosotros mismos, en el fondo de cada corazón está el anhelo de esta forma de vivir.
Paula Tarazona.