La simplicidad del Sagrado Corazón y de sus primeros adoradores
Meditación del P. Dehon sobre el misterio de la Navidad, extraída del primer volumen de “Coronas de amor al Sagrado Corazón de Jesús.”
Esta es la simplicidad del Sagrado Corazón en sus primeros misterios. Él es simple con los pobres, simple como los pequeños, simples como un niño. Y es propio de un niño mostrar simplicidad. ¡Qué amable es este niño divino en su simplicidad! Él dejó toda la grandeza exterior y todo el lujo para revestir esta simplicidad: Magnus Dominus et laudabitis nimis, nunc autem parvus et amabilis nimis, exclama San Bernardo (In cant. S. 48). El Dios todo adorable en el cielo se hizo pequeño y amable. ¡Qué amable es en su simplicidad este niño que parece pedir que alguien repare en él, que los acoja y lo consuele!
Él es simple entre los suyos y entre sus amigos. ¡Qué simplicidad la de María y de José! ¡Qué simples son en su fe, en su dulce piedad, incluso en su exterior! ¿No fue esta simplicidad que les mereció, que les valió, el desprecio en Belén?
Los príncipes que el Sagrado Corazón escogió para sus primeros adoradores son también ellos muy simples. Ellos manifiestan su simplicidad a través de su fe en señal sobrenatural que recibirán, por el viaje que emprenderán por causa de esta señal, a pesar de las dificultades, por su fe en la palabra de los sacerdotes que los enviarán a Belén, por los homenajes que, sin dudar, prestar al niño de Belén.
¡Qué grande es la simplicidad de los pastores que son los primeros visitantes del Niño Dios! Simples como niños, ellos merecen la visita de los ángeles. Acreditan con simplicidad. Se muestran simples en su prontitud y en sus ofrendas.
L. Dehon, Coronas de amor al Sagrado Corazón de Jesús, 59