No debemos tener miedo a soñar y a adentrarnos en aguas más profundas.

Día dedicado a las decisiones sobre economía y misión. La gobernanza es la participación activa de todos.

de  Willyans Prado Rapozo, SCJ

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El decimoctavo día del XXV Capítulo General comenzó con la Santa Eucaristía en la Solemnidad de Santo Tomás Apóstol, celebrada en francés. El P. Emile Hathouna, superior provincial de Camerún, fue el celebrante principal. En la sala capitular, el P. Emile hizo una breve reflexión sobre la Palabra de Dios. En la primera lectura, San Pablo escribe a los Efesios: “Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino ciudadanos con los santos y miembros de la familia de Dios” (Ef 2,19). De hecho, somos miembros de la misma familia. Los extranjeros no forman parte del mismo grupo, ni comparten la misma identidad. Los que se consideran extraños, también tratarán a los demás como extraños. Nosotros, sin embargo, pertenecemos a la familia dehoniana, formada por hermanos y hermanas unidos por un mismo espíritu carismático. No nos hemos elegido unos a otros, sino que la comunidad es un don y estamos llamados a cuidarla. El Evangelio afirma que Jesús es la piedra angular y, por tanto, nuestro fundamento. El apóstol Tomás tuvo dificultades para creer en la resurrección de Jesús porque no estaba con los demás apóstoles cuando Cristo apareció por primera vez. Como hizo con Tomás, Jesús nos invita a estar juntos en familia, a tocar su corazón y a salir a anunciar su amor al mundo entero.

La primera parte de la mañana se dedicó a votar las decisiones y recomendaciones sobre los temas de economía y misión para ayudarnos a ser fieles a nuestra llamada a la pobreza evangélica y al servicio de la Iglesia en todo el mundo. A continuación, los capitulares se reunieron en grupos lingüísticos para reflexionar sobre la gobernanza, último tema propuesto por la Comisión Preparatoria. De vuelta a la sala capitular, compartieron el resultado de su debate. Reconocemos el movimiento emprendido por nuestra Congregación hacia la descentralización y creemos que este modelo de gobierno debe ser promovido, especialmente fomentando una mejor participación y consideración de los superiores mayores y conferencias continentales en el proceso de toma de decisiones. El servicio de la autoridad debe ejercerse según el método de la sinodalidad propuesto por la Iglesia. Sinodalidad significa caminar juntos, escuchando al Espíritu Santo, a los demás y a los signos de los tiempos, antes de llegar a una resolución. Es un verdadero proceso de discernimiento en el que el diálogo constante es fundamental.

Otro tema presentado en la sala es el desafío de la disminución del número de cohermanos en algunas entidades. Se sugirió que debemos abrir nuestras entidades a la colaboración de laicos siempre que sea posible y revitalizar las pastorales vocacionales y juveniles, incluso con una coordinación internacional. Las mejores iniciativas deberían darse a conocer a toda la Congregación para ayudarnos a crecer en estas áreas. No debemos tener miedo a soñar y a adentrarnos en aguas más profundas.

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