Padre Evaristo José Martínez de Alegría Oroquieta nació el 25 de Octubre de 1939 y tenía 81 años. Hizo sus primeros votos el 29 de Septiembre de 1956 y fue ordenado sacerdote el 29 de Marzo de 1964.
Actualmente vivía en Salamanca (España). Pertenecía a la Provincia ESP.
Venite ad me, omnes qui laboratis, et onerati estis: et ego reficiam vos. (Mt 11,28)
Nos ha dejado el P. Evaristo José Martínez de Alegría Oroquieta. Nació el 25 de octubre de 1939, hace 81 años, cuando apenas dejaban de rugir los gritos y ruidos de la guerra. Historia, literatura, arte, paisajes y paisanajes, le interesaron y ocuparon por igual: los disfrutó y los compartió, Evaristo desde que, dejado su Apelllaniz natal, en Álava, y llegado al seminario menor de Puente la Reina en 1950, cultivase con pasión estos saberes… y sabores.
Pronto supo también que el saber y el sabor que más le atraían eran los de Jesucristo, y éste crucificado, mostrando y demostrando su infinito amor en su humano Corazón. Tras realizar su postulantado y noviciado en Zurraure en 1955- 1956, emprende su vida religiosa dehoniana con la primera profesión el 29 de septiembre de 1956 (también en Zurraure), profesión que hizo perpetua en el mismo día, pero de 1961, y esta vez en una
de las ciudades que marcarán para siempre el corazón de nuestro hermano y desde hoy emprende el viaje definitivo: Salamanca.
En la “Roma chica” realiza sus estudios eclesiásticos (1956-1964) y los civiles de Historia (1966-1971). Para completar su formación será enviado a su otra ciudad amada, la Roma grande, donde ahondará en especialidades tan variadas como son la licenciatura en Liturgia y Arqueología (en el Anselmianum, 1966), la diplomatura en Derecho canónico (1988) o el curso que lo habilitaba para servir como Postulador en causas de beatificación y canonización (2000).
Fue accediendo a los diversos grados del sacramento del Orden recibiéndolos siempre de manos de Mons. Francisco Barbado Viejo OP, Obispo de Salamanca: los ministerios el 21 de abril de 1963, el diaconado el 15 de septiembre de 1963 y el presbiterado el 29 de marzo de 1964.
Comienza entonces ese bello peregrinar que caracteriza la vida de todo religioso, jalonado de rostros y servicios, de alegrías y disgustos, de creatividades innovadoras y de cerrazones angustiadas. Comienza, pues, el P. Evaristo como escolástico profesor y educador en Puente la Reina en 1959. Tras regresar de Roma, le sigue una estancia en Salamanca (1966) como profesor, dedicado también a estudios de pastoral. Como profesor y director técnico ejerce en Novelda (1971) y en Alba de Tormes (1975), donde será nombrado por primera vez Superior local de una comunidad. En esos años sirvió también como Secretario provincial de Misiones (1971-1973). El inicio de la década de los ochenta le ve poner rumbo hacia Valencia donde ejerce como párroco de San Francisco Javier entre 1982 y 1986. Estando allí llega la llamada a cruzar el Mediterráneo y actuar durante ocho años como Superior de Roma I y Rector del Collegio Internazionale Leone Dehon en nuestra Casa general (1986-1992).
Cuando llega la hora del regreso, Alba de Tormes es, nuevamente, su destino, donde ejerce como profesor y tutor. Pasará a la comunidad de Salamanca II para ser párroco de Nuestra Señora de los Dolores entre 1995 y 1999. Se reintegra con fuerza en la vida de la Provincia donde repite (lo había sido ya en 1981-1984) como Consejero provincial (1996-1999) y Delegado provincial para la Familia dehoniana (1993-1999; de hecho será su primer impulsor en España).
Pero, con el fin del milenio, de nuevo la voz de Roma lo llama “junto a San Pedro” y esta vez con una tarea de alto relieve en la que pondrá toda su pasión y, no poc as veces, su fuerte vehemencia. Serán años (1999-2012) de gloria, con la beatificación del P. Juan María de la Cruz en la que actúa como vicepostulador general, y también de dolorosa pasión, la que se sigue de ser el postulador general que acompaña el proceso de beatificación del P. Dehon y teniendo que sufrir en primera línea la decisión del lungo dilata que suspende la celebración de dicha beatificación, aún vigente hoy que lo despedimos. En la ciudad del Tíber ejercerá una variada gama de servicios pastorales (confesiones, predicaciones, retiros, eucaristías parroquiales, acompañamiento de comunidades neocatecumenales, capellán de religiosas), amén de servicios a su comunidad como cuando es nombrado Administrador local en sustitución del Superior local de Roma II quien tuvo que dejar temporalmente su servicio por enfermedad.
La hora del regreso la marca también la percepción de un leve, pero progresivo, deterioro de la salud, que ya había conocido episodios que a todos preocuparon a finales de los años noventa en Salamanca. Y es precisamente ahí donde se retira a la espera de la “hermana muerte” que le enseñara San Francisco de Asís, sin dejarse turbar ni por ella ni por nada, como buen discípulo de Santa Teresa de Jesús.
Sus distintas dedicaciones le han hecho ser merecedor, a buen seguro, de muchas amistades, sea aquí en la tierra donde nos deja por ahora, sea allá en la patria celeste donde alguno (como el beato Cristóbal de Santa Catalina Fernández de Valladolid – 1638-1690 –, de los Hermanos de la TOR y fundador de las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno de Córdoba) recibe culto público en la Iglesia gracias a sus haceres y saberes; también podrá ahora intercambiar pareceres (y si se tercia entablar una buena discusión) con aquellos a quienes tanto leyó y quiso dar a conocer entre nosotros: el P. Dehon, el P. André Prevot y, como no, el beato Juan María de la Cruz.
Tan buena compañía nos consuela al tener que dejarte marchar, silencioso como últimamente fue menester, pero con los ojos siempre despiertos, atentos y vivos. Descansa, hermano, junto con todos los nuestros que allá se encuentran, en la paz del Corazón de Jesús. Te pedimos también que nos tengas presentes ante Él, cada día, cada hora. (P. Juan José Arnaiz Ecker, scj Superior provincial)