08 enero 2021
08 ene. 2021

Todos somos bendecidos en el Hijo amado

de  André Vital Félix da Silva, obispo scj

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La fiesta del Bautismo del Señor constituye una especie de puente entre el ciclo de Navidad y el Tiempo Común, y nos ayuda a hacer una retrospectiva de lo que fue vivido y celebrado en la liturgia del ciclo de navidad y Epifanía, pero también nos sitúa en la expectativa de todo el año litúrgico cuyo objetivo es presentar la revelación, para el conocimiento y adhesión a la Persona de Jesús. El Bautismo del Señor, en el esquema original de la oración (kerigma) de los Apóstoles, es el punto de partida: “Vosotros sabéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo predicado por Juan” (2ª lectura). Por eso, es presentado como el inicio de su vida pública, de su misión como ungido (Cristo) de Dios el Salvador de la humanidad. Cada evangelista, de acuerdo con su respectiva intención teológica, sublima aspectos diferentes de este acontecimiento, lo que no significa que incurran en contradicción. Cada uno destaca aspectos importantes y complementarios: Mateo, reportando el diálogo entre Jesús y el Bautista, sublima que el Cristo es aquel que cumple toda la justicia; “Deja estar por ahora, pues así nos convierte cumplir toda la justicia. Y Juan consintió” (Mt 3,15). En la narración de Lucas, coherentemente con otros momentos en su Evangelio, vemos al Jesús orante: “Jesús fue bautizado. Él se ponía en oración” Jesús es el Hijo orante, pues esa es la experiencia que mejor revela y fortalece su comunión con el Padre.

Marcos, texto utilizado en el pasado año litúrgico, de forma sucinta y directa, muestra que con Jesús la obra de dios es recreada; se reabre el paraíso y toda la creación es reconciliada: “Vivía entre las fieras y los ángeles le servían” (Mc 1,13). Con todo, siendo la narración más corta, en ella aparecen los elementos fundamentales y comunes a todas las otras narraciones evangélicas, esto es, Jesús que entra y sale de las aguas, los cielos que se abren y la voz de lo alto que se hace oír.

El Bautismo como rito no es un acontecimiento exclusivo relacionado con Jesús. Pues antes de que Jesús fuera bautizado, muchos ya habían sido bautizados por Juan Bautista. De ahí surge la pregunta sobre el significado y finalidad del Bautismo, de acuerdo con la realidad de cada bautizando. Podemos, así, hablar de una evolución teológica del significado del bautismo de Juan Bautista, del Bautismo de Jesús y del bautismo cristiano, cuyo origen está en el mandato del mismo Señor (cf. Mc 16,16). Juan Bautista bautiza para preparar la llegada del Mesías; el pueblo que viene se bautizar es llamado a entrar en la dinámica del arrepentimiento a fin de adelantar la llegada del enviado de Dios. Una vez que el Mesías llegó, se cumplió la justicia como práctica del precursor, terminando prácticamente su misión. Por ello, debe bautizarse el Mesías cuyo bautismo no tiene ya el significado anterior. Jesús no se bautiza para adelantar la venida del Mesías, ni mucho menos para recibir el perdón de los pecados.

El Bautismo de Jesús es la proclamación pública de que él es verdaderamente el anunciado por las promesas mesiánicas vétero testamentarias, por ello, un Mesías que supera todas las expectativas de su tiempo. Jesús no es solamente un enviado de Dios, un ungido especial, sino que es el Hijo amado del Padre, como proclama el Evangelio: “Tú eres mi Hijo amado…

En el Bautismo de Jesús se anuncia la nueva creación presentada simbólicamente a la luz de la primera creación (Gn 1). Como en el inicio de todo, había el pulular de las aguas, ahora Jesús irrumpe en las aguas del Jordán. Si en el principio el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, ahora el mismo Espíritu desciende sobre Jesús. La primera criatura llamada a la existencia fue la luz, ahora en la nueva creación no aparece un ser creado, sino el primogénito que es el Hijo amado del Padre. Pues todo fue creado por él, y para él.

Por último, vale señalar que hay también una distinción fundamental entre el bautismo cristiano, el bautismo de Juan y el Bautismo de Jesús. Ninguno de los dos últimos tenía la eficacia de volver al bautizado hijo de Dios, participantes de la nueva creación. El rito de Juan bautista preparaba, pero no realizaba; el bautismo de Jesús no le hace hijo eterno del Padre, pues ya lo existía desde siempre. Con todo, el bautismo cristiano, el mandato de Jesús tras de su resurrección, sumerge al bautizado en la realidad de la Trinidad y hade del bautizado un hijo amado del Padre.

Celebrar la Fiesta del Bautismo del Señor, más que recordar un acontecimiento importante de la vida de Jesús como divisor de las aguas para su misión, nos ayuda a tomar conciencia de que nuestro bautismo también debe ser vivido en su cualidad de discontinuidad, o sea, ruptura con el caos (pecado) y compromiso con la vida nueva que nos convierte en participantes de la nueva creación, iniciada con el bautismo del Hijo amado del Padre, en el cual somos también hijos suyos.

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