Meditaciones del P. Dehon sobre la Pasión de Jesús
Tras la institución de la santa Eucaristía y el magnífico discurso que conservamos en San Juan, el Salvador tomó el camino que lleva del Cenáculo a Getsemaní. Entonces la tristeza comenzó a invadir su alma: coepit contristari; el aborrecimiento y el más vivo espanto vinieron a desolarlo: coepi maestus esse. Todos sus sufrimientos y todas sus causas morales se presentan en él a la vez, y la impresión que prueba fue tan viva que no pudo impedir que se escapase este clamor doloroso: “Mi alma está triste hasta la muerte”.
Este divino Corazón nos quiso amar hasta el punto de sufrir todas las angustias de la tristeza, del temor y del aborrecimiento para preservarnos. Probó los efectos de la inquietud para que no estuviésemos inquietos y para que pudiésemos practicar su precepto: “Poseeréis vuestras almas en la paciencia”. Su voluntad es que andemos como san Pedro por las aguas de la tristeza, sin que nos hundamos.
¡Qué tierno Corazón! Quiso beber hasta los posos este cáliz, el más doloroso de todos, para ahorrárnoslo o endulzárnoslo. ¿Qué amor compasivo y qué reconocimiento infinito no le debemos?
(P. Dehon, Coronas de Amor al Sagrado corazón de Jesús II, 1905)