Carta para el 14 de marzo 2024,
en el aniversario del nacimiento del Padre León Dehon
A los miembros de la Congregación
A todos los miembros de la Familia Dehoniana
En esta ocasión el aniversario del nacimiento del Padre Dehon, también jornada de oración por las vocaciones dehonianas, acontece en la cercanía de nuestro XXV Capítulo General y del inicio, a partir del próximo 12 de agosto, de un itinerario hacia al centenario de su muerte. Son eventos de gran relevancia para la Congregación y la Familia Dehoniana. Entre otras razones porque dan la oportunidad de agradecer a Dios “la experiencia de fe del Padre Dehon” (Cst 2) y su incidencia en nuestra vida cristiana. Él, como discípulo que supo “elegir la mejor parte” (Lc 10,42), nos ayuda a entender el carisma que compartimos:
Fieles a la escucha de la Palabra
y al compartir del Pan,
estamos invitados a descubrir cada vez más
la Persona de Cristo y el misterio de su Corazón,
y a anunciar su amor que excede todo conocimiento. (Cst 17)
Miramos a nuestro alrededor y entendemos que sí, que seguimos urgidos de ese mismo amor que brota del costado victorioso del Salvador. De esa fuente nacieron, como agua fresca que revitaliza, la vocación, la conciencia y la acción reparadora que configuraron la identidad cristiana del Padre Dehon. Fue allí, en aquella herida abierta, donde encontró el agua viva que lo mantuvo despierto, atento y comprometido para acoger la causa Jesús: adorado en la Eucaristía y reconocido, tantas veces sufriente, entre las gentes de su tiempo. A pesar de no pocas vicisitudes, fue capaz de concretar gestos samaritanos que fueron verificando la autenticidad de su vocación reparadora: se acercó con esperanza a la infancia y a la juventud; abrazó la misión de la Iglesia; se detuvo en adoración al Señor; dialogó con patronos y obreros; dedicó tiempo al estudio y a la reflexión para mejorar también con su palabra el mundo que iba conociendo. Se dejó interpelar por cuanto acontecía y nadie le fue indiferente:
Somos conscientes, más que nunca,
de la miseria de tantos hombres de hoy;
escuchamos el clamor de los pobres.
Esta persistencia de la miseria, individual y colectiva,
es una constante llamada a la conversión
de nuestras mentalidades y de nuestras actitudes. (Cst 50)
Este apelo desde los más desfavorecidos nos recuerda que estamos “en un mundo necesitado de una constante evangelización” (Cst 86). El Padre Dehon hizo su parte. Pero nunca solo. Junto a unos participó en asociaciones de clara sensibilidad religiosa y social; con otros formó una nueva comunidad de vida consagrada. Pero con todos compartió su ideal de amor y de reparación al servicio del Reino.
Así, su pasión por hacer la voluntad de Dios en todo momento y lugar nos pone en alerta ante las tentaciones de la pereza espiritual y misionera, la mirada autocomplaciente, el fatalismo, el narcisismo excluyente, la indiferencia, la supremacía de los propios criterios, el uso viciado de los bienes, el aislamiento cómodo, la crítica letal y tantas otras seducciones dispuestas a arrebatarnos el poder genuino que Dios nos ha dado: ser sus hijos (Jn 1,12) y ser hermanos (Mt 23,8).
Por eso, sin dejar de reconocer las propias fragilidades, incluso las que propiciamos en nuestras comunidades de vida, no queremos desatender la provocación persistente del Evangelio para seguir colaborando, junto con tantos otros, en la causa de Dios que es la Vida. Así lo pedía Jesús a sus discípulos en la inmediatez de su abandono total: “¡Quédense aquí, velando conmigo!” (Mt 26,38). Así nos quiere hoy: velando por acoger su Espíritu, por compartir su pan y amparar toda vida. Velando por el don de la fe y el de la comunidad. Despiertos y atentos, sin individualismos mezquinos y sin creer que con nosotros se acaba el camino. Dios sigue llamando, sin frontera ni distancia, en novedad, sin formato y sin libreto, para estar con él:
Conscientes de su llamada,
que resuena en toda nuestra vida,
y deseosos de responder a ella con fidelidad,
queremos estar atentos a esta acción del Espíritu,
ayudando a todos, jóvenes y adultos,
a discernir su vocación y a responder a ella. (Cst 86)
¿Pero cómo hacerlo si no salimos al encuentro de ellos? ¿Cómo acompañarlos sin encontrar tiempo para la escucha? ¿Dónde acogerlos si la comunidad no es fraterna? ¿Cómo favorecer el sí de otros si no acontece antes el nuestro de cada día?
Por todo esto, Padre de bondad, te pedimos que el recuerdo que hacemos de tu siervo, el Venerable Padre León Dehon, nos sostenga en el sí que dimos a tu Amor. Que a ejemplo suyo sepamos escuchar tu voz en nuestro Capitulo general y en el camino de preparación al centenario de su muerte. Que la memoria de su vida y de su entrega nos avive en la disponibilidad permanente que señala María, la madre de tu Hijo, para estar en vela y hacer “todo lo que él nos diga” (Jn 2,5):
“Corazón de Jesús, ¿qué quieres que haga? Cor Jesu, quid me vis facere?”. Ésta es la disposición que mejor responde a nuestra vocación. (Leon Dehon)
Fraternalmente,
P. Carlos Luis Suárez Codorniú, scj
Superior general y su Consejo