Jesús Eduardo Camacho Ramírez conta sua experiência na Amazônia.
Soy Jesús Eduardo Camacho Ramírez, natural de Tinaquillo estado Cojedes, Venezuela. Profesé mis primeros votos religiosos el 02 de febrero de 2020. Actualmente me encuentro en la etapa formativa del tirocinio, el cual estoy realizándolo en el área misionera de la Provincia Brasil São Paulo acompañado de los hermanos: PP. Ademir Vicente de Paula y Reginaldo José de Souza.
Antes de hablar de mi llegada al corazón de la amazonia, me es imposible no comentar nada sobre mi paso por la ciudad de São Paulo en la casa Provincial de la Provincia BSP, pues ahí pasé unos largos días en la espera del permiso de residencia en Brasil. Allí ya inició mi periodo de tirocinio, con la experiencia de la convivencia fraterna con los hermanos y el trabajo de casa que hacía parte de nuestra confraternización.
Llegué a Jurutí Velho el 17 de febrero de este año. Tierra escondida entre la floresta y las aguas. Al principio llegué un poco tímido, pues era todo novedad para mí: la cultura, sus tradiciones y costumbres, e incluso el cómo vivir la fe y hasta el mismo transporte para trasladarse a las comunidades: Canoa o barco, cuestión que hasta ese entonces, me daba temor el navegar por no saber nadar.
En ese ir andando por la Villa e ir conociendo la gente, algunos me pedían la bendición, o me pedían que bendijera agua o algún objeto, este asunto me dejó sorprendido y atemorizado, pues aun no soy ministro ordenado para poder ejercer este ministerio, no obstante, me recordé de las palabras de un Padre amigo: toda bendición viene de Dios, el pueblo la pide, y ellos no ven si eres padre o no, eres un hermano que viene a compartir su fe, no neguemos lo que viene de Dios. Ahora ya ni lo pienso, hasta me sale automático.
Estos primeros meses fueron de conocer y aprender, aunque las ganas de querer innovar nunca faltaron, no obstante, quien ha descubierto algo novedoso he sido yo, pues ver comunidades organizadas y su manera de vivir me ha llenado de alegría; esto ya es un trabajo que viene siendo realizado por las Hermanas Franciscanas de Maristella, quienes ya están sirviendo en la región desde hace 30 años, realizando una ardua labor pastoral y social.
En ese proceso de conocer se me fueron acercando los jóvenes pidiendo orientaciones sobre su trabajo pastoral, ellos estaban en plena preparación del teatro de la pasión de Cristo, el cual tradicionalmente se realiza en la Villa todos viernes santos cada año; solamente les dije que me sumaba a su trabajo, dejándome innovar con su creatividad y empeño. Realmente descubrí es que ellos piden cercanía, o sea, que caminemos juntos. También esta necesidad la he percibido con las comunidades o pastorales que estoy acompañando: pues más que dar un aprendizaje teórico, nos piden que seamos cercanos, desde compartir un refresco, hasta una celebración comunitaria donde lo que se resalte sea la fraternidad: que seamos uno.
Mientras estaba en ese proceso de adaptación y conocimiento, recibí por parte del Obispo de la Diócesis de Óbidos, la licencia como ministro extraordinario de los sacramentos del bautismo y matrimonio para poder administrarlos en el servicio pastoral y responder así a las necesidades de nuestra parroquia. Administrar el sacramento del bautismo ha sido una experiencia linda, pues me llenó de inmensa alegría poder ser un simple instrumento de la gracia de Dios en esos lugares más distantes, sobre todo donde hay comunidades que tienen dificultad de poder trasladarse a la sede parroquial para celebrar los sacramentos.
En estos últimas semanas estuvimos trabajando para la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, patrono de nuestra Parroquia misionera, días de mucho trabajo, días de confiar y hacer equipo, días para vivir la fraternidad desde el servicio y la entrega. En ese periodo de preparación, tuvimos la gran oportunidad de contar con la presencia del barco “papa Francisco” en la región, que vino para ofrecer servicios sanitarios a la comunidad dada la gran necesidad y la dificultad de un buen sistema de salud en la región. Tuvimos la dicha de conversar con la gente que estaba siendo atendida, además del equipo voluntario del barco, fueron momentos de compartir la vida, desde el testimonio, el modo cómo el Dios de la vida actúa en por medio de esta gente de buena voluntad (personal voluntario), y que se haya presente en este pueblo que sufre.
La experiencia en la misión me ha ido ensanchando el corazón, pero sobre todo enamorándome cada vez más del carisma y la espiritualidad dehoniana, pues ha sido interesante ver cómo este puede ir respondiendo a las necesidades presentes sin importar la cultura o tradición, rompiendo las fronteras y convicciones particulares, para enseñarme a descubrir la universalidad del amor del Corazón de Jesús.